Recomendamos la lectura de este artículo en formato pdf, respetando su maquetado original.
Para ello pinche en la imagen de la primera página que aparece arriba.
Para facilitar su difusión, proporcionamos también la versión del artículo en html y texto, pero tenemos que advertirle que su extracción ha sido realizada por herramientas automáticas y puede que no conserve completamente la composición original.
Enlace al artículo en html (en nueva ventana): Una visita a Uri Geller
Texto plano (desmaquetado) del artículo : Mostrar el texto plano (segunda vez esconde)
Una visita a Uri Geller RICHARD P. FEYNMAN C uando en 1975 me encontraba en Malibú probando la flotación de John Lilly en tanques con sales Epsom, pasó por allí todo tipo de gente relacionada con el mundo místico. Un individuo empezó a hablarme de Uri Geller, a quien se suponía capaz de doblar llaves mediante alguna clase de fuerza sobrenatural, de torcer un alambre dentro de un tubo, etcétera. Este hombre me dijo que Geller había convencido de sus poderes sobrenaturales a algunas personas en Inglaterra -por ejemplo, al catedrático de física David Bohm-. Pensaba que me podría gustar investigar este asunto, y me preguntó si estaría interesado en hacerlo. Por supuesto, respondí que sí. Dije: Se supone que las leyes físicas describen todos los fenómenos, y no veo cómo Geller puede hacer esas cosas aplicando las leyes que conozco. Por lo tanto, si eso es demostrable, significa que no sé todo lo que hay que saber acerca de las materias sobre las que me dedico a pensar; como sí que lo sé, me parece interesante. Desde luego, ya he vivido lo mío, y mis palabras fueron un poco hipócritas, por así decirlo. Digamos que disimulé ligeramente. Ya saben, he conocido un montón de experiencias de ese tipo, y sé que una y otra vez esas cosas no funcionan. He leído mucho material sobre percepción extrasensorial, y estudié todo lo que se sabe al respecto, porque me resulta muy interesante, pero siempre acabó todo en un rimbombante oropel con nada en su interior. Así pues, siempre me espero que haya algún tipo de truco. Pero esas cosas siguen interesándome mucho; quiero decir que me gusta ver cómo lo hacen, por lo que tiene de divertido. Por eso dije: Sí, me gustaría muchísimo verme con Uri Geller. El tipo se extendió acerca de cómo los profesores escépticos habían estudiado las llaves dobladas por Geller mediante un microscopio electrónico, a fin de comprender las fuerzas que podían haberlas retorcido, y cómo podían haber sido fundidas o no fundidas, y necedades de ese estilo. Yo sabía ya que los magos son muy listos, y que es fácil que nos embauquen, por lo que le dije: Oiga, quiero entrevistarme con Uri Geller, pero le diré algo que me diferencia de los otros: soy lo suficientemente espabilado como para saber que puedo ser un pardillo. 32 (Primavera 1999) el escéptico Por el hecho de que un buen mago haga algo que no debería ser posible, no debes llegar a la conclusión precipitada de que se trata de un fenómeno real: es necesario ser bastante más inflexible He leído un montón de historias acerca de la percepción extrasensorial, y sé que la posición de partida más débil es la de pensar que eres más listo que el otro, y que no puede engañarte. Por el hecho de que un buen mago haga algo que no debería ser posible, no debes llegar a la conclusión precipitada de que se trata de un fenómeno real: es necesario ser bastante más inflexible. Y te encontrarás con que el 99,9% o el 100% de las veces no hay nada extraño, no hay nada misterioso, sino tan sólo algo más ordinario, ¡un truco! Pero es divertido descubrir el truco, y la única forma de hacerlo es estar completamente convencido de que es un truco, y no estar dispuesto a pensar que puede no serlo, porque de lo contrario patinas con demasiada facilidad. Un buen ejemplo de esto, de no ser lo bastante listo como para saber lo pardillo que puedes ser, es una historia acerca de dos muchachos en Francia, que salió a la luz durante una de las etapas de la percepción extrasensorial. Eran dos sencillos muchachos granjeros, que hacían esto y lo de más allá, y se lo dijeron al Señor, el cual se lo dijo al cura, el cual se lo dijo al alcalde... y al final llegaron los catedráticos de París, y los grandes catedráticos de psicología quedaron convencidos de que los chicos realmente poseían ciertos poderes especiales. Lo que pasó fue que al principio los muchachos simplemente se situaban uno frente al otro, y con un pequeño movimiento, o haciendo un gesto, o de varias maneras, eran capaces de pasarse señales entre sí. Alguien se dio cuenta, y les dio la vuelta de forma que no pudiesen verse, y se puso una pantalla entre ellos, con todo tipo de telas, ¡y continuaron haciéndolo! Sucedió que el último truco se hacía con la participación de un tío suyo que estaba arriba, en un ático, y podía ver a ambos muchachos, y transmitir las señas del uno al otro. Se les prestaba tanto atención a los chicos que, al oir que los catedráticos iban a venir a verlos la semana siguiente, tuvieron tiempo para pensar cómo perfeccionar su truco. Como los chicos modificaban continuamente la forma de pasarse las señales, y como los catedráticos dieron por sentado que siempre se transmitían el pensamiento de la misma forma, no pudieron ni imaginárselo. Y lo más significativo es que los catedráticos siguieron diciendo: "Son simples campesinos, sólo unos muchachos granjeros. No podemos suponer que hayan sido tan listos como para embaucarnos; no somos tan tontos como para que nos burlen fácilmente". Y, sin embargo, eso era exactamente lo que estaba pasando: los chicos de la granja estaban tomando el pelo a los catedráticos de la Universidad de París. Por lo tanto, yo sabía que podía también ser engañado de ese modo, y supongo que los individuos como Bohm no se percataron de que podían ser burlados con tanta facilidad como se me podía embaucar a mí. Unas semanas más tarde suena el teléfono, y es Uri Geller: está en Hollywood, y puedo ir a verlo a su hotel. Le pregunté si podía ir acompañado por mi amigo Al Hibbs, que estaba interesado en hacer unos programas de televisión (y que es mucho más rápido que yo en descubrir trucos) y mi hijo Carl. Geller asintió. Le gustó en particular que fuese con mi hijo, porque por lo visto es especialmente bueno delante de los niños. Carl dijo: "¡Estupendo! Voy a inventar algunas pruebas para que las haga". Y preparó unas cuantas. Escogió unos finos trozos de plomo procedentes de una máquina sumadora que estaba desmontando, mucho más fáciles de doblar que una llave. También metió en un sobre un trozo de papel en blanco junto a una hoja de papel carbón; todo lo que Geller tenía que hacer era obtener una marca en el papel. Y añadió un tubo de vidrio con tapones en sus extremos, en el que previamente había introducido un trozo de alambre delgado que se suponía debía ser doblado por Geller. Carl inventó estas pruebas, que deberían ser más fáciles que doblar una llave si el resultado fuese debido a efectos mentales, como decía Geller. Fuimos a la habitación de Geller, y nos encontramos con un hombre muy nervioso, que caminaba sin cesar arriba y abajo mientras contestaba al teléfono que sonaba continuamente. Carl le dio una caja con sus sencillas pruebas, pero Geller la puso a un lado sin mirarla siquiera. Entre telefonazo y telefonazo, nos explicó que sus poderes unas veces funcionaban y otras no, y que él no sabía de dónde venían. Nos relató varias teorías que la gente había sugerido: debido a tal y cual, debe ser esto y lo de más allá; por tumba y dale, debe ser algo extraterrestre. Yo estaba allí, sentado, dejando pasar ese batiburrillo. Geller nos entregó entonces un pequeño bloc de papel y un lápiz, y nos pidió que trazáramos un dibujo: se suponía que iba a adivinar lo que dibujásemos. Fue fácil ver cómo pretendió hacerlo, pues el extremo del lápiz se mueve al dibujar, y además actuó como suelen hacer los adivinos, sugiriendo que podía tratarse de esto y aquello mientras escudriñaba nuestras caras en busca de una señal de excitación que le indicase que iba por el buen camino. Desde luego, ponía sus manos sobre la cabeza, pero ¿qué podemos saber? Dijo cosas tales como "Hay círculos..." (había visto el movimiento del lápiz). Pero con nosotros no funcionó, porque todo el tiempo pusimos cara de póquer. La lectura mental de Geller se saldó con un completo fracaso. Entonces cogió una llave, pero dijo que no le venían los poderes. Lo mirábamos como aves de presa. No debimos hacer eso: debimos haberle dejado que fuese adelante con su truco de lectura Complete su colección de 5,4 euros/900 Pts. por ejemplar + Gastos de envío el escéptico Nº 1. La Mars Global Surveyor le borra la cara a Marte; La verdad oculta tras el código de la Biblia; La cruzada de la sábana santa; Orce: ¿falta de rigor o fraude? (Agotado. Pendiente de reimpresión.) Nº 2. El arca de Noé de los seres extraordinarios; De Condon a Sturrock: los ovnis se estrellan con la ciencia; Ascenso de lo irracional; La Academia de Lagado; El misterio de Rennes-le Château. Nº 3. El relativismo cultural y otros relativismos; La paranoia conspiracionista; ¡Busque a ET en su ordenador!; Potenciar la razón; La necesidad de creer; Medicinas alternativas y bioética; ¿Qué garantía nos da la ciencia? Escriba a: EL ESCÉPTICO Apartado de Correos 310 08860 Castelldefels (Barcelona) Correo electrónico: arp_sapc@yahoo.com el escéptico (Primavera 1999) 33 mental, que se relajase, y dejarle hacer sus tonterías. Atendió el teléfono unas cuantas veces, diciendo entre ellas que no tenía poderes en ese momento. De repente dijo: "¡Hey! A veces funciona mejor bajo el agua. Intentémoslo bajo el agua". No entendí lo que quería decir, pero se metió en el cuarto de baño llevando la llave, y abrió el grifo. Lo seguimos de inmediato, Al a su izquierda, Carl a su derecha, y yo detrás de Geller, los cuatro apechugados en el diminuto cuarto de baño, y nosotros tres vigilándolo estrechamente para ver si tenía una herramienta en la manga o algo así. No ocurrió nada. Me quedé un tanto desilusionado: no había sido capaz de hacer ni un solo truco, no era el mago superstar que me esperaba. Más tarde me llamó Al para comentarme su hipótesis acerca de la llave doblada bajo el agua. Habíamos estado buscando una herramienta, y no vimos ninguna; pero si Geller hubiera podido distraernos durante un momento, habría podido hacer deslizar la llave hasta la cañería y doblarla con facilidad, y el chorro del agua habría impedido verlo. No sé si es esto lo que intentaba hacer: no le dimos una segunda oportunidad. Versión española de José María Bello. El legado de un genio F.P. Feynman, R.P.; Leighton, R.B; y Sands, M [1966]: The Feynman lectures on Physics. Tres volúmenes. Addison-Wesley. Traducción española: Física. Fondo de Cultura Interamericano/Addison Wesley. 1971/72. de los años 60. Grabadas en vídeo por la BBC. Para todos los públicos. Feynman, R.P. [1995]: Six easy pieces: essentials of Physics explained by its most brilliant teacher. Addison Wesley. Traducción en castellano: Seis piezas fáciles. Crítica. 1998. Feynman, R.P. [1998]: Six not so easy pieces: Einstein's relativity, symetry and space-time. Addison Wesley. El célebre curso de física de Feynman, el de las tapas rojas. Más que un libro de texto, es la exposición más clara, original y profunda de los fundamentos de esta ciencia. De obligado conocimiento para todo estudioso de la física. Una obra de arte. Feynman, R.P.; y Weinberg, S. [1987]: Elementary particles and the laws of physics (Dirac memorial lectures). Cambridge University Press. Existe una pésima traducción al castellano, que es mejor no mencionar. Extraídas del proverbial curso The Feynman lectures on Physics. Accesibles, sobre todo el primer título, a lectores con una cultura científica elemental. Dos premios Nobel, virtuosos de la comunicación científica, en toda su gloria y esplendor, recordando a otro genio de la ciencia: P.A.M. Dirac. La conferencia de Feynman, una verdadera joya. Se requieren conocimientos avanzados de física. Feynman, R.P. [1985]: Surely you're joking Mr. Feynman! Adventures of a curious character. Con la colaboración de R. Leighton. W.W. Norton. Traducción en castellano: ¿Está usted de broma, Sr. Feynman? Alianza Editorial. 1987. Feynman, R.P. [1985]: QED: the strange theory of light and matter. Princeton University Press. Traducción en castellano: Electrodinámica cuántica: la extraña teoría de la luz y la materia. Alianza Editorial. 1988. Una colección clásica de las legendarias anécdotas de Feynman. Un éxito popular de ventas - estuvo muchas semanas en la lista de más vendidos de The New York Times-, fue el origen de la difusión a gran escala de la leyenda de Feynman. Basada en unas conferencias en memoria de Alix G. Maunter, constituyen un logro asombroso, al explicar con claridad y precisión, sin concesiones a la fácil simplificación, y sin recurrir a formulaciones matemáticas, una de las teorías científicas más complejas, bellas, y perfectas con que contamos. No son necesarios conocimientos de física, pero los que los tengan disfrutarán con una explicación originalísima de las técnicas de cálculo basadas en los diagramas de Feynman. Feynman, R.P. [1992]: The character of physical law. Penguin Books. Traducción en castellano: El carácter de la ley física. Orbis. 1987. Disponible en vídeo. Feynman, R.P. [1988]: What do you care what other people think? Further adventures of a curious character. Con la colaboración de R. Leighton. W.W. Norton. Traducción en castellano: ¿Qué te importa lo que piensen los demás? Alianza Editorial. 1990. Publicado póstumamente, recoge el bello relato autobiográfico -cuyo título da nombre al libro- sobre el trágico primer matrimonio de Feynman. También incluye la aportación del físico a la comisión que investigó el desastre del Challenger, narrada en primera persona. Como epílogo, una interesantísima conferencia sobre el valor de la ciencia. Feynman, R.P. [1998]: The meaning of it all: Thoughts of a citizen scientist. Addison wesley. Traducción en castellano: Qué significa todo eso. Reflexiones de un científico-ciudadano. Editorial Crítica. 1999. Un repaso fascinante a las principales leyes de la Naturaleza y a su relación con la matemática y con los grandes principios de conservación y simetría. Transcripción de las Messeger Lectures 34 (Primavera 1999) el escéptico Recoge las conferencias que dio Feynman en la Universidad de Washington en 1963. Ver la recensión de Manuel Toharia en este número.