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Editorial Jorge J. Frías Vicepresidente de ARP-SAPC C ontemplo la señal de peligro de electrocución que ilustra la portada de este número - obra que podemos disfrutar gracias a nuestro maquetador Carlos Álvarez -, y me pregunto sobre la naturaleza de ese interrogante que parece golpear al pobre mortal. Eugenie Mielczarek y Derek Araujo hablan de ese miedo ignorante al magnetismo. Una ignorancia de doble filo, pues el otro extremo está afilado con la esperanza en estúpidos aparatos de funcionamiento imposible. Estos autores se preguntan lo mismo que el cubano Arnaldo González Arias. Cuestionan hasta qué punto es lícito gastar el escaso dinero público en terapias que nunca han demostrado efectividad, aún en el hipotético caso de que se consiguiera encontrar algún resultado positivo en alguna ellas (que no debe confundirse con aquella investigación que es necesaria, aun cuando sus resultados no lleven a consecuencias prácticas). Un argumento "ad crisis" muy acorde con los tiempos que vivimos. Se me antoja que denunciar que malgastar el dinero público en enseñanzas de credos y en remedios que no curan se ha convertido en un argumento demoledor, que paradójicamente no está teniendo reflejo en las políticas de los gobiernos. Ya lo decía nuestro nuevo presidente, Alfonso López Borgoñoz, en el número pasado: "Todos tenemos derecho a disfrutar de los beneficios del progreso científico, independientemente de que la barrera que nos pongan delante sea la de la ignorancia o la de un sistema injusto de reparto de los bienes". O quizás ese interrogante es un deseo de no querer conocer, de eludir la evidencia y construir una ficción acorde a los gustos de uno. Gabriel Andrade nos propone una amplia gama de estas invenciones, reunidas bajo el leitmotiv del postmodernismo. Reproducimos la introducción de su libro El postmodernismo ¡vaya timo!, junto al prólogo de Mario Bunge. Es increíble cómo tanto disparate puede copar las aulas de prestigiosas universidades. Incluso en revistas de divulgación científica, como denuncia Víctor Javier Sanz Larrinaga en su artículo "Mente, cerebro... y psicoanálisis". Entrelazando ambos artículos, me gustaría referir la frase del filósofo argentino, extraido de su obra Filosofía para médicos y que he leído hace poco con motivo de su próxima visita a España: "La absurda idea de la independencia de la psicología respecto de la neurociencia se funda en el prejuicio teológico del alma inmaterial". Precisamente desde la visión de la filosofía, una más de las damnificadas de la nueva ley de educación LOMCE, José María Agüera ahonda en las raíces del problema en una sociedad que abraza las creencias de manera ciega mientras desprecia el conocimiento objetivo y el pensamiento racional. Algunas de estas creencias van y vienen según la moda y el pábulo que le den los medios. Es el caso de los castillos, palacios y villas dispersos por todo el mundo en los que parece habitar un okupa con poca materia y - generalmente - con muy mala uva. La Casa Lercaro, sede de un museo de Tenerife, tuvo la visita nocturna de unos peculiares cazafantasmas. Ya volverá la moda de las casas encantadas, ya... El mago Alberto Figuereido lo deja claro en la entrevista que le hacen Andrés Carmona y Juan Soler: el que necesita creer va a seguir haciéndolo aunque le demuestren que todo es un montaje. Como me gusta ser optimista, interpreto esa señal de la portada como la duda racional que golpea nuestros sistemas nerviosos, como ha ocurrido este verano con los cuatro cursos sobre pensamiento crítico que han tenido lugar en diferentes lugares de la geografía española: Barcelona, Granada, Albacete y Alicante. Además, lo han hecho desde perspectivas distintas. Esta difusión del pensamiento crítico inédita en nuestro país se me antoja tan necesaria que hemos tratado de resumir las inquietudes de sus organizadores en nuestro dossier. Ya está advertido el lector desde la portada. Leyendo El Escéptico uno corre un grave peligro... ¡Peligro de pensamiento crítico! primavera 2014 7 el escéptico