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De oca a oca Ganamos batallas Félix Ares D ecía Berger Evans en su obra Historia Natural del Disparate1 que en la lucha contra el pensamiento irracional teníamos la guerra perdida, a lo máximo que podíamos aspirar era a ganar alguna escaramuza y en el mejor de los casos alguna batalla. Pero la guerra, lo que se dice la gran batalla, estaba totalmente perdida. La capacidad que demuestra el ser humano en inventar estupideces es abrumadora: cuando uno cree que ha logrado extirpar una de ellas, renace, como un ave Fénix maligna, con otro ropaje y todavía más estúpida que la original. Un ejemplo clarísimo lo tenemos con el «Creacionismo»; cuando se le acorrala y los racionalistas ganamos una pequeña escaramuza, renace de sus cenizas como «Diseño Inteligente2». Tal vez otro ejemplo mucho más actual sea la nueva ley del aborto que ha preparado el ministro de Justicia, Gallardón. Los laicos creíamos que habíamos ganado la batalla del alma. Me explico, creíamos al menos yo lo creía así que habíamos logrado ganar una pequeña escaramuza: que el tema de la existencia o no de un alma era cosa particular, formaba parte de la intimidad de cada uno, pero que esa creencia no podía usarse para hacer leyes o para eliminar los derechos de los demás. Ha vuelto a renacer con fuerza inusitada. En una escaramuza radiofónica que tuve con la presidenta de una asociación «provida» me quedó claro que lo que hay detrás de esos movimientos es la creencia de que cuando se une un óvulo y un espermatozoide ocurre algo mágico: un dios o similar introduce un alma en esa célula y la transforma en algo extraordinario. A lo largo de la escaramuza, que duró casi una hora, la provida negó lo del alma que yo le planteaba, pero cada vez que trataba de justificar por qué era tan malo, por ejemplo, la «píldora del día después», que lo que hace es evitar que se implante un grupo de unas pocas células en el útero, llegó a decir que es que eso «era matar a un ser vivo». Su concepto de «ser vivo» era un tanto estrambótico, pues para ella el óvulo fecundado sí lo es pero no lo son ni el óvulo ni el espermatozoide. Por fin, terminó hablando de «energías vitales» que se introducen al fecundar el óvulo. Me puse grosero con eso de las «energías vitales» pero para mí fue muy claro que volvía a hablar del alma, aunque la llamase de otro modo, y de que esa era su única justificación. el escéptico 16 En este número de la revista hablamos sobre cuatro cursos de verano en los que ha participado ARP-SAPC. En todos ha habido charlas que defendían el espíritu crítico y no solo por parte de los miembros de nuestra asociación. Por mi parte he constatado que el panorama de la «divulgación científica» ha cambiado notablemente y en mi opinión para bien. Por ejemplo, hace veinte años en estos congresos era muy difícil introducir temas que defendieran lo racional y era difícil que no se colasen conferencias altamente irracionales. Hoy no es así; hoy todos estos congresos rezuman espíritu crítico por todas partes, y es difícil que se cuelen pseudociencias. Hace veinte años, algunos habrían considerado a «Cuarto Milenio» un programa de divulgación, hoy se le considera un programa de promoción del pensamiento irracional y muy pocos dudan de que Punset no sabe de lo que habla y hace un batiburrillo bastante infumable entre ciencia y pseudociencia3. En estos congresos he visto que el espíritu crítico está presente en todos los actos. Es lo estándar. Estoy convencido de que en una pequeña parte se debe a nuestra labor. En ese sentido pocas dudas hay de que hemos contribuido a ganar una batalla. Los organizadores y participantes de estos congresos son en su mayoría jóvenes con unas ganas inmensas de hacer las cosas bien y de comerse el mundo. Lástima que les haya tocado vivir su juventud en esta crisis demoledora y oscurantista. Lástima que unas políticas miopes se hayan cargado los derechos en nombre de un tal «mercado» al que yo no conozco y por el que nunca he votado. Es más, no conozco a nadie que haya votado por él. ¿Cuándo se presentó a las elecciones? Hasta la aparición de esta crisis, los ciudadanos poco a poco íbamos ganado espacios de libertad; incluso el que proliferasen las pseudociencias era ganar un espacio de libertad: las personas podían pensar y creer en muchas cosas distintas, incluso las más estúpidas. Con Franco se creían cosas estúpidas, pero no cualquier cosa, solo lo permitido por el régimen. Las pseudociencias estaban prohibidas. La época del pensamiento dogmático y unificado se iba quedando atrás. Pero ahora ha llegado la crisis y vemos que el oscurantismo ha renacido con una fuerza tremenda. ¿Quién primavera 2014 podría pensar que la ministra de trabajo implorase ayuda a la virgen del Rocío o que el ministro del interior pida la intercesión de Santa Teresa? ¿Y qué me dicen del Ayuntamiento de Córdoba, el cual elimina parte del carnaval en periodo de Cuaresma? ¿O el de Cádiz, que ha prohibido el nudismo en sus playas?... Tan solo falta que en las radios se ponga tan solo música clásica y en los cines y televisiones tostones sobre romanos y narraciones bíblicas para sentirme como en las Semanas Santas franquistas. Me dan ganas de ir a «matar judíos4» con los amigos, como se hacía en algunos sitios durante el franquismo. Hoy más que nunca son necesarios actos como el «Seminario Galileo Galilei: primeras actividades de reflexión sobre la laicidad», organizado por la universidad de Granada y del que nos hablan dos de sus responsables. La libertad tiene un precio. Yo puedo creer que unas hierbas me curan de un cáncer pero esas creencias pueden llevarme a la muerte, como ocurrió con el famoso Steve Jobs de Apple, tal como cuenta la crónica de «Los problemas sociales de las pseudociencias», que se impartió en un curso de verano de la Universidad de Alicante. La libertad cambia la ubicación de la responsabilidad. Sin libertad, la responsabilidad es de otros. Con libertad, la responsabilidad es nuestra. Eso muchas veces asusta, pues como no hay un dogma ni sacerdotes o gurús que nos guíen, debemos aprender para poder tomar decisiones correctas. El título del libro de Erich Frömm Miedo a la libertad es sugerente. El título, no hablo del libro. Debemos aprender a perder el miedo a la libertad. En ese sentido la divulgación es importantísima. Hasta el punto de que, sin divulgación científica, es casi imposible que haya una auténtica democracia en el siglo XXI. ¿Cómo podemos votar sobre el modelo energético si no tenemos ni idea de lo que es la energía? ¿Cómo podemos votar sobre el aborto si no sabemos lo que es un ser vivo? ¿Cómo podemos votar sobre transgénicos si no sabemos lo que son los genes? ¿Cómo podemos decir que es mejor ser vegetariano «porque no quiero comer seres vivos5»? Aprender en la era de internet nos obliga a ser capaces de discernir el trigo de la paja en un universo lleno casi exclusivamente de paja. En el curso «Els Juliols», que se celebró en la Universidad de Barcelona, entre otras cosas, se analizaron artículos de periódico para ver cómo habían tratado ciertos temas científicos y ver cómo deberían haberlo hecho. Unas pequeñas herramientas para aprender a navegar por el mar de la super-información. Esa super-información nos obliga a navegar por los procelosos mares de los estafadores de todo género que acechan entre las olas. Un caldo de cultivo para las estafas son las pseudociencias. En el curso de verano de la Universidad de Castilla La Mancha, celebrado en Albacete, con el tema de «Escepticismo y pensamiento crítico» se habló de estos temas y se dijo que, si se trata de defender un beneficio económico, todas las pseudociencias son estafas. Subrayo todas. primavera 2014 Me parece una excelente iniciativa y una excelente «regla del pulgar6»: si hay beneficio económico en una pseudociencia [casi con seguridad que] se trata de una estafa. Estos casos de los que he hablado no son más que unos pocos de los muchos que ha habido en España. Por suerte, el espíritu crítico es más fuerte que nunca. En las universidades españolas se ha aprovechado el verano para defenderlo. Es una gran noticia. El escepticismo ha salido del armario y se está desparramando desde la universidad a los demás ámbitos de la sociedad. Es lamentable que la universidad haya tardado tanto; debería haberlo hecho hace muchos años. Ante una presidenta de la Comunidad de Castilla la Mancha con peineta rogándole a la virgen que nos saque del atolladero económico, que en un curso de verano de su universidad se hable de «escepticismo y pensamiento crítico» es otra escaramuza ganada. Creo que no es exagerado decir que este verano, a base de ganar muchas escaramuzas, hemos ganado una batalla al oscurantismo. Ojalá esté equivocado y no vayamos de victoria en victoria hacia la derrota final. 1- Evans, Bergen. Historia Natural del Disparate. Compañía General Fabril Editora. Buenos Aires, 1962 2- Pérez Fernández, Ismael. El Diseño Inteligente. Colección ¡Vaya Timo! Editorial Laetoli. Pamplona 2014. 3- Entre los que dudan de la irracionalidad de Punset está el magnífico investigador y divulgador Pere Estupinya. Personas como él, listas, bien preparadas y que traguen con las ruedas de molino de Punset me descolocan. 4- En mi época, durante la dictadura franquista, en León, ir a «matar judíos» era juntarse un grupo de amigos e ir de bar en bar tomando un vino tinto. Cada vino era un judío muerto. Ni que decir tiene que en aquellos momentos yo no era consciente del tono anti-judío de estos actos. A todos nos habían enseñado que los judíos eran malos pues habían matado a nuestro dios, un tal Jesucristo. Los judíos eran malos y los «moros» y también todo aquel que no aceptase el pensamiento unificado franquista, que hunde sus raíces en la intolerancia de los «Reyes Católicos». La clave es «intolerancia» 5- ¿Las lechugas y tomates no son seres vivos? 6- cervezascaseras.com.mx/wordpress/la-regla-del-pulgar/ 17 el escéptico