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EL VIRUS DE LA DESINFORMACIÓN Xavier Duran n juez de Malí ha condenado a cinco líderes de una secta musulmana por haber realizado una campaña para impedir la vacunación de niños de la población de Tandio contra la polio. Hay que señalar que no fue sólo una campaña informativa, sino que se produjeron amenazas de muerte a trabajadores sanitarios. Los dirigentes de la secta afirmaban que sólo Dios puede dar o quitar una enfermedad. En África ha habido casos parecidos, con los planteamientos más diversos. En el norte de Nigeria se produjo un boicot a la vacunación oral contra la polio por los rumores de que era una campaña occidental para esparcir el virus del sida entre la población. U Los fundamentalismos religiosos, los rumores infundados y las supersticiones más diversas son elementos muy peligrosos cuando se trata de prevenir o curar enfermedades. En Sudáfrica hay unos nueve millones de seropositivos, es decir, de personas que tienen el virus del sida, aunque no hayan desarrollado la enfermedad. Sin tratamiento, muchos de ellos acabarán por sufrir esta enfermedad. En otros países africanos, el número absoluto de infectados es menor, pero la proporción dentro de la población es mucho más elevada. Esto provoca unas reacciones en cadena que comportan una pérdida de una buena parte de la población activa en la franja de edad de máximo rendimiento, un abandono de las tierras (o la necesidad de cultivarlas con personas demasiado jóvenes como para que ya tengan los conocimientos suficientes), un elevadísimo número de niños huérfanos, una gran carga para las mujeres -a menudo abuelas- que deben cuidarse de éstos, la imposibilidad de que las tierras del marido difunto pasen a las viudas, a causa de ciertas leyes o tradiciones... En conjunto, un gran drama económico, social y humano. Evitar la expansión del sida requiere, en primer lugar, dejar de lado dogmas religiosos y supersticiosos -el hecho de no utilizar preservativo acelera notablemente la difusión del virus- y dar ayudas para que en estos países se puedan repartir los fármacos que pueden mejorar la calidad de vida de los enfermos y retrasar o incluso evitar que los seropositivos lleguen a sufrir el síndrome -entre éstos, muchos niños que ya nacen con el virus que les ha transmitido su madre-. El ajo, el aceite de oliva y las patatas pueden formar parte de una excelente dieta, pero querer otorgarles alguna propiedad contra el virus del sida no sólo es frívolo, sino, en estas circunstancias, profundamente obsceno. NOTA *El presente artículo, que reproducimos con el consentimiento expreso del autor, fue publicado originalmente en catalán en la revista El Temps, el 21 de junio de 2005 (pág. 42). Traducción de Anna Vollmer Torrubiano 53 Quizás no es del todo atribuible a estas campañas, pero el hecho es que la polio se ha vuelto a extender por varios países africanos y asiáticos. Esto demuestra que los fundamentalismos religiosos, los rumores infundados y las supersticiones más diversas son elementos muy peligrosos cuando se trata de prevenir o curar enfermedades. Es igual si se intenta difundir la idea que el preservativo no evita el contagio del virus del sida o que es inmoral utilizarlo, como si se quieren vender ideas pseudocientíficas de otros tipos y por otras razones. No hace mucho, en la Conferencia Nacional del Sida en Sudáfrica, la ministra de Sanidad, Tshabalala-Msimang, afirmó que una dieta con ajo, patata africana y aceite de oliva es útil contra este síndrome. La misma ministra negaba hasta hace poco los efectos positivos de los fármacos antiretrovirales, pero ahora se limita a recordar continuamente sus efectos secundarios. En este caso, junto con otras posibles razones, está el deseo del gobierno sudafricano de ahorrar los muchos millones que costaría repartir gratuitamente estas medicinas. La ONG Treatment Action Campaign consiguió que los tribunales obligaran a dicho gobierno a distribuirlas. Sin más remedio, el ejecutivo empezó el reparto, pero de manera muy lenta y con las incursiones anticientíficas de la ministra, apoyada por algunos médicos -como el alemán Matthias Rath, juzgado por promover falsos tratamientos-. el escéptico