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ta una capa aislante compuesta de neutrones. Y aquí entran de nuevo los redactores (aunque, por el estilo, más parece fruto del bolígrafo de Fernando Jiménez del Oso, director de la revista) para apostillar, en un increíble recuadro de apoyo titulado Materia antigravitatoria, que en este sentido, la malla de neutrones que según el autor podría evitar el contacto de esta antimateria con la materia, para que pese sólo 500 gramos, tiene que tener una distancia equivalente a casi tres neutrones, entre una y otra de estas partículas, y a simple vista parece que por este hueco podría colarse el positrón de la antimateria.¡Genial! ¡Coronas esféricas de un ancho de tres neutrones y que pesan 500 gramos! ¡Nuevos microscopios de tecnología magufa que permiten, a simple vista, ver a un positrón colarse entre el hueco que dejan tres neutrones! Parece que la redacción de Enigmas no ha tenido suficiente dosis de gazapos científicos rusos, que se esmera en seguir añadiendo disparates y despropósitos como si de una competición de analfabetismo científico se tratase. ¿Otra muestra?: El agua es muy sensible a estas anomalías gravitatorias que contienen ondas escalares, no hertzianas, y sumergiendo en ella la bola negra, por la absorbencia del ultravioleta lejano en espectrofotómetro, quizá se podían sacar algunas conclusiones importantes. Sin duda. Y la más importante es que quien ha escrito esto es un ignorante total en física, lo que no le impide, juntando al azar tres o cuatro términos técnicos, quedarse tan contento con sus latinajos cientifistas. En conclusión, queridos amigos de Enigmas , que al próximo ruso que vaya a venderos un artículo científico lleno de arcanos y misterios propios de la parafernalia extraterrestre, preguntadle de paso que si os quiere vender también el mausoleo de Lenin; pero, en realidad, con la ignorancia científica que atesoráis, no considero necesario que os expongáis a otro timo científico de rusos desaprensivos. Rubstov, Vladimir V. [1997]: El misterio de la esfera negra. ¿Un artefacto extraterrestre de hace diez millones de años. Enigmas (Madrid), Año III - Nº 10 (Octubre), 8-16. 2 Magufo es un término que se aplica en la lista escéptica española de Internet a todo divulgador pseudocientífico. 1 Chapuzón atlante Canarias, 1997. Un aterrado -o eso dice- Manuel Carballal se dispone a sumergirse en las procelosas aguas del Atlántico para dar testimonio del descubrimiento de nuevos restos de la mítica Atlántida.1 Lamentablemente sólo nos da eso, testimonio. Ni el abundante equipo con el que contaban los submarinistas ni el empeño del intrépido investigador han permitido que llegue hasta nosotros una sola imagen del asombroso descubrimiento del grupo Sub-Can. Como dice uno de los miembros del grupo, siempre que hemos bajado a esa zona concreta se nos ha averiado algo del equipo. En esta ocasión debió ser la cámara fotográfica. Una lástima, ¿no? Afortunadamente, los misteriosos gremlins que nos privan de la prueba gráfica del descubrimiento no nos han librado del habitual despliegue de fotografías del autor. Supongo que por si no le conocíamos. En otras circunstancias podríamos afirmar que el artículo de Carballal no tiene desperdicio. Pero no es así: lo tiene, y mucho. Buena parte del texto y un recuadro se dedican a relatar la célebre superchería de los restos atlantes de Bímini, lugar donde se encontraron portentosas calzadas, restos de columnas y otros signos evidentes de la existencia de una fantástica civilización tragada por las aguas. Carballal se recrea en enumerarnos todas las investigaciones realizadas sobre los restos atlantes de Bímini. Bueno, todas las investigaciones magufas. Quizá no sepa que, tras la explicación del origen natural de los bloques que com- FERNANDO PEREGRÍN 46 (Junio 1998) el escéptico ponían la calzada sumergida, una expedición identificó el material de construcción como rocas calcáreas de origen natural y de formación tan reciente que incluso tenían en su interior restos de botellas de vidrio, trozos de plástico y otras muestras de nuestra avanzada civilización. Claro que también puede ser que los atlantes fueran así de guarros. Otro importante apoyo al que acude Carballal -y que también se cae por si solo- es la investigación que Thor Heyerdahl y otros crédulos efectuaron sobre las misteriosas pirámides canarias. A pesar de que tanto los científicos como los propios lugareños insisten en que se trata de simples majanos, desde hace tiempo numerosos investigadores juran y perjuran que se trata de restos de la mítica Atlántida. Insasequibles al desaliento, no dudan en adaptar su tesis a las cambiantes circunstancias, y así, cuando la construcción de una circunvalación hizo necesaria la voladura de una pirámide en Icod, los piramidiotas no se arredraron por la no aparición de restos atlantes: simplemente afirmaron que las pirámides de Icod son, en efecto, majanos, pero las de Güímar... esas sí que son legítimas pirámides atlantes. Tan auténticas que, cuando Thor Heyerdahl fracasó en su intento de detectar cavidades artificiales mediante radar, no vaciló en atribuir su fracaso a la previsión de los atlantes, que habían recubierto sus túneles con losas opacas a las ondas de radar. ¿Y qué más podríamos comentar del artículo de Carballal? Pues, muy poco más. Aparte de mostrarnos un enciclopédico conocimiento de las más relevantes chorradas escritas sobre la Atlántida, lo único que nos cuenta es su aventura submarina, el miedo que le da el agua y cómo los chicos de SubCan le toman el pelo con los tiburones. Es un poco como una de esas anécdotas que se cuentan sobre la mili, sólo que publicada en una revista, con muchas fotos del autor y aprovechando para mencionar de pasada la preparación de su próxima serie de televisión: Mundo misterioso. Y luego hablan de propaganda encubierta... En fin, que quizás habrá que esperar a la serie para que la reticente cámara de Carballal funcione. Hasta entonces, sus vagas explicaciones y su exhibición de conocimientos atlantes están muy lejos de ese protagonismo que, según él, la Atlántida merece en nuestras facultades de Historia. Comentario aparte merece un recuadro que complementa el artículo, titulado ¿Dónde está la Atlántida? y cuya autoría no consta. A la vista del contenido, más bien deberíamos decir que no ha sido reivindicado; al fin y al cabo, es un auténtico atentado contra la gramática y la ortografía. Y esta falta de reivindicación es una lástima, porque el autor merecería un puesto de honor en los anales de la confusión no sólo lingüística, sino mitológica. Tras mencionar a Platón, demostrándonos que no lo ha leído, el perpetrador del recuadro repasa diversas teorías sobre la ubicación de la Atlántida. Imputa por ejemplo - tal vez injustamente- a Spiridon Marinatos y Agnelos Galonopoulos la teoría de que la Atlántida fue sepultada por una erupción del Krakatoa. Si hasta ahora habíamos visto cómo muchas teorías magufas jugaban tranquilamente con las fechas, haciendo retroceder a su capricho las épocas de construcción de las pirámides egipcias o los templos mayas con el fin de que concordasen con sus disparates, debemos reconocer que es la primera vez que el salto se produce al revés. Si el autor del recuadro está en lo cierto, la Atlántida habría recorrido un bonito periplo en el espacio hasta situarse en las antípodas de su supuesta ubicación -Krakatoa se encuentra en el Pacífico- y en el tiempo, ya que la explosión de Krakatoa se produjo en 1883. La solución sea tal vez, como apunta el autor, la que propone el grupo español Hipergea, que afinó en su localización hasta la actual Thera. No sabemos cómo logró afinar tanto, puesto que por más que buscamos no logramos encontrar ninguna actual Thera. Santorin dejó de llamarse así hace varios siglos. Claro que no se puede estar en todo; bastante tienen estos investigadores con sus fantasías como para tener que conocer, además, la dura realidad. En fin; el autor termina citándonos leyendas -no lo dice, pero obviamente son leyendas de moderna invención- que sitúan la Atlántida en otros muchos lugares, entre ellos la desaparecida Tartessos. Esto último sería ya una especie de doble salto mortal con tirabuzón: un supuesto continente perdido, mencionado tan sólo a título de parábola por un filósofo griego, y que al parecer acabó sumergiéndose en las aguas, pasa a ser en realidad un floreciente imperio de la Edad del Bronce cuyos restos siguen apareciendo periódicamente y que ni siquiera se dio un bañito. Así, despojada de sus elementos, la leyenda de la Atlántida podría identificarse con cualquier cosa. En fin; quizás el anónimo autor del recuadro debiera recurrir a Paco Lobatón para que le ayude a localizar la mítica Atlántida. Porque si tiene que confiar en los resultados de su propia investigación... FERNANDO L. FRÍAS 1 Carballal, Manuel: Descubren en Canarias los muros sumergidos de la Atlántida. Karma.7 (Barcelona), Nº 286 (Diciembre 1997), 16-20. Ovnis fantasmas en Canarias Una de las más increíbles historietas que circulan en el mundillo ovni nacional en los últimos años tiene como protagonista a un grupo de soldados de reemplazo y como escenario Gran Canaria. Según cuentan diversos periodistas especializados en temas de misterio de publicaciones sensacionalistas, una noche de abril de 1991, un grupo de soldados de la Base Aérea de Gando fue despertado de su sueño por unos oficiales para cumplir una misión. Los radares del Escuadrón de Vigilancia Aérea número 21 habían detectado ecos no identificados al suroeste de la isla. Se trataba de una acción rápida. Embarcaron en un helicóptero Super-Puma del Servicio Aéreo de Rescate, y allá que se fueron nuestros soldados a la playa de Taurito o Diablito, cuestión que no queda clara en las informaciones -escasas y fragmentarias- que los autores antes citados han suministrado a lo largo de estos años. Habiendo llegado a la zona en cuestión, los ocho soldados comenzaron a ver una serie de siluetas y sombras, mientras el helicóptero, que esperaba estático en lo alto, era sobrevolado por extrañas luces. Y, cuando los soldados se encontraban muy cerca de las sombras, se inició un tiroteo contra las mismas, pero las balas no parecían hacerles efecto: era como si las traspasaran. Las sombras desaparecían y volvían a aparecer, siendo nuevamente cosidas a tiros. Cuando se lanzaban bengalas luminosas, las sombras desaparecían. Llegaron a rodear una de las sombras, pero no dispararon por miedo a herirse entre ellos. Un perro adiestrado se acobardo... Uno de los soldados asegura que todo aquello duró unos 45 minutos y, durante media hora, estuvimos pegando tiros. La historia finaliza trucando los subfusiles Cetme para que no se descubriera que habían sido disparados y con la amenaza de los oficiales a los reclutas de que guardaran silencio en relación con lo vivido (amenaza que no sirvió de mucho): la peripecia se repetiría dos semanas después. En el curso de varias visitas a la isla de Gran Canaria, mostré las informaciones publicadas a diversas autoridades militares del Ejército del Aire. Como me imaginaba, negaron los hechos, pero no sólo eso. Dando por supuesta la realidad de los mismos, la operación llevada a cabo no tenía ni pies ni cabeza. Era irracional y disparatada. Así no habría actuado el Ejército del Aire en una operación similar. Entre los militares consultados por el autor de estas líneas, se encuentra el coronel Pedro Arcas, jefe de la Oficina de Relaciones Públicas del Mando Aéreo de Canarias, quien, después de sonreírse mientras leía las referencias, espetaba: Esto es absurdo. Reacción muy similar a la del coronel Enrique Pina, jefe de la Base Aérea de Gando, en entrevista mantenida en marzo de 1996. Posteriormente, se realizaron otras consultas, entre ellas, al Escuadrón de Vigilanel escéptico (Junio 1998) 47