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De oca a oca Enseñanzas de una Félix Ares Vuelta al Mundo La mayor parte de la gente española que da la vuelta al mundo en los cruceros de Costa Croisières son votantes del PP con carnet. Costa Croisières practica la quimiofbia habitual en nuestra sociedad C uando me dispongo a escribir estas líneas acabo de terminar un crucero que ha dado la vuelta al mundo. Lo de «la vuelta al mundo» suena apasionante, pero al fin de cuentas no se trata nada más que de una decena de cruceros de los de una semana y de quince días encadenados. Claro, que lo de «encadenados» define la diferencia. Hemos tenido que comer comida italiana repetitiva y convivir con personas extrañas durante cien días. Foto:www.flickr.com/photos/mag3737/ La quimiofobia de Costa El viaje lo hicimos en un crucero de la empresa Costa Croisières, concretamente en el Costa Deliziosa. Al llegar a nuestro camarote una de las primeras cosas que hice fue ir al retrete. Allí había un letrero de advertencia. Lo que decía era que no se arrojaran compresas ni «productos químicos». Al leer aquello me eché a reír por no llorar. Estoy absolutamente convencido de que si les digo a los que han hecho el letrero si puedo arrojar por el retrete urea, nitrógeno, cloruros, fósforo, amonio creatinina o ácido úrico, seguro que me dicen que no, pues «ya lo dice claramente: no a los productos químicos». Entonces pensé si no puedo hacer pis en el retrete y mucho menos aguas mayores, ¿dónde lo hago? Es más: Si no puedo arrojar «productos químicos» ¿qué puedo echar, tal vez productos espirituales? ¿qué son los productos no químicos? Evidentemente ese letrerito forma parte de la quimiofobia de nuestra sociedad actual que es incapaz de ver que la química describe toda la materia. Hay que subrayar toda. Toda la materia está formada por átomos y moléculas que son el objeto de estudio de la química. el escéptico 16 primavera-verano 2013 No hablar de religión Para evitar conflictos mi mujer y yo nos propusimos que nunca hablaríamos ni de religión ni de política. Y, salvo unas pocas excepciones, lo cumplimos. Pero las excepciones merecen unas palabras de reflexión. En más de tres meses de convivencia, quieras o no, vas conociendo un poco de las personas que van contigo. Al embarcar pensé que para tener más de tres meses de vacaciones lo normal es estar jubilado y para poder pagar un viaje así se necesita un poco de dinero. Así que me esperaba que los pasajeros fueran gente mayor y acomodados. Me esperaba incluso que hubiera más gente de derechas que de izquierdas, pero lo que no me esperaba es que una gran mayoría se definiera sin preguntárselo como votante del PP y con carnet y que el mayor insulto para ellos fuera «es sindicalista». Sí, había una persona a la que acusaban de sindicalista. Una acusación sorprendente. ¿Qué hubieran pensado de mí si supieran que yo también fui sindicalista? Esperaba menos gente de izquierdas que de derechas, pero no me esperaba que los votantes del PP fueran mayoría abrumadora. Conocimos a un matrimonio que había dado muchas vueltas al mundo «pues son adictivas». Tenían una agencia de viajes y eran relativamente cultos. Me explico: la falta de cultura de la gran mayoría de los pasajeros era un grito ensordecedor. Por poner un ejemplo, había muy pocas personas con título universitario, cuando digo pocas quiero decir menos del 4%. Hablando con dos de ellas, por la noche, cuando la posibilidad de ser asaltados por piratas hizo que el barco apagara sus luces, vimos varias estrellas fugaces. Les expliqué que eran micro-meteoritos. Entonces, la mujer, me dijo: «¿Así que las estrellas fugaces no son estrellas?». Jamás hubiera pensado que una persona con un título superior pudiera hacer una pregunta así. Volvamos a la pareja de adictos a la vuelta al mundo. Acabábamos de ver monos disecados en un museo de Wellington, Nueva Zelanda. Como hacía mucho calor, por hablar de algo, les comenté que el sistema de riego sanguíneo de los chimpancés y el nuestro son muy diferentes. El nuestro tiene que refrigerar un enorme cerebro y el del chimpancé no. Por ello nosotros podemos estar varias horas en la playa al sol, pero eso mataría al chimpancé. Entonces, el hombre dijo algo así como: el cuerpo humano es maravilloso, ¿cómo es posible que haya personas que al ver la perfección del cuerpo humano no crean en Dios? Aquello me cayó como un jarro de agua fría. Primero: no estábamos hablando de religión sino de chimpancés. Segundo, ¿todavía hoy hay personas cultas que no tienen ni puñetera idea de cómo funciona la evolución? No quise contestar y para evitar la respuesta dije que me esperaba mi mujer. Él no era tonto así que me dijo: «Ya, ya sé que no hay que hablar de religión». Y me fui. Hablando de evolución, tenía mis serias dudas de cómo la presentarían los países islámicos. Una sorpresa agradable fue ver que, en el museo nacional de Kuala Lumpur, hablaban de evolución humana de un modo totalmente correcto. Allí en las vitrinas estaban expuestas las copias de los cráneos más famosos: el niño de Taung, varios Australopithecus, Homo habilis, ... nuestro propio cráneo y el de un chimpancé. Todos juntos para ver las similitudes y diferencias. Fue una sorpresa agradable. primavera-verano 2013 17 el escéptico