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tivos entre un 20 y un 40 por ciento de los casos tratados. Al menos así lo confirman Norman y Ann Macaskill, de los Servicios Comunitarios y de Salud Mental de Leeds y de la Universidad de Sheffield Hallam, respectivamente... Entre las consecuencias no deseadas destacaban los problemas matrimoniales y los episodios depresivos. [...] En todas las modalidades de psicoterapia se encuentran efectos no deseados y nocivos. Estos van desde agravamientos de los síntomas hasta cambios persistentes en la personalidad. Está claro, pues, que existen efectos secundarios o empeoramiento de los síntomas en un buen porcentaje de casos (los datos oscilan -según el estudio considerado- entre el 10 y el 25 por ciento de los casos tratados), algunos de los cuales son serios. Los terapeutas, sin embargo, infravaloran esa cantidad de fracasos, de hecho, rara vez se preocupan del problema. En el colmo del cinismo, los psicoanalistas consideran el agravamiento de los síntomas como parte del proceso de curación. Por último, según los autores del artículo, resulta difícil saber por qué fracasa un tratamiento. Después de analizar varios estudios, concluyen que los problemas de los pacientes y las aptitudes de los terapeutas no constituyen las únicas piezas clave: también influye la «química», el feeling entre ambos. Pero aún hay más. En todo este estudio, se pasa por alto una cuestión fundamental: el hecho de que evaluar el riesgo de un tratamiento en términos absolutos posee un valor limitado. El riesgo -que evidentemente existe, como ha quedado claro- debe ser evaluado en relación a sus potenciales beneficios. El beneficio en el psicoanálisis está tan débilmente probado que puede considerarse nulo. De lo que se deduce que cualquier complicación o cualquier efecto secundario, por raros que puedan ser, influyen significativamente en la relación riesgo/beneficio. El psicoanálisis, por mucho que lo publicite descaradamente la revista Mente y Cerebro, sigue siendo pseudocientífico (en sus teorías), ineficaz (en la clínica) y peligroso (en su práctica); en consecuencia, debe erradicarse de la práctica médica científica. CONCLUSIÓN Puedo estar de acuerdo en que la psicoterapia, como cualquier otra actividad, puede «ayudar» a las personas. El problema es que no es lo mismo «ayudar» que curar. primavera 2014 59 el escéptico