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desde el sillón Las espinacas de Popeye odos sabemos que los antibióticos provocan fatiga; que es aconsejable no tener plantas verdes en el dormitorio; que el toro es sensible a unos colores más que a otros, en concreto a los rojizos, de ahí el color del capote; que la nectarina o pavía es un híbrido -obtenido por cruce mediante injerto- de ciruela y melocotón, o que cuanto mayor sea el consumo vitamínico de nuestra dieta, mejor para nuestra salud. También hay gente, demasiada gente, que cree que habitualmente no utilizamos más de un 10% del potencial de nuestro cerebro o que, para relajarse mejor y dormir más profundamente, conviene orientar la cabecera de la cama hacia el Norte magnético o que, para conservar más tiempo una botella de cava abierta sin que pierda gas, hay que poner una cucharilla en la boca de la botella, y mejor si es de plata. Éstas y muchas otras ideas pasan de unos a otros formando lugares comunes, afirmaciones que asumimos acríticamente porque lo dice todo el mundo, porque una falsedad o inexactitud, repetida suficientemente, acaba convirtiéndose en una verdad. Bastaría un pequeño cálculo sobre la masa de una planta verde y sobre el consumo de oxígeno por kilogramo de planta -que seguro que es mucho menor que en un mamífero- para comprobar que el peligro de dormir con una maceta en la habitación es bastante menor que dormir con el gato en lo que a consumo de oxígeno se refiere. Cualquier biólogo sabe que la percepción de los colores es un privilegio al alcance de muy pocos mamíferos, entre los que no se encuentran los toros. Al igual que el chiste del oso hormiguero, que la nectarina tenga una piel que recuerde a la de la ciruela y una carne parecida a la del melocotón, no quiere decir que sea un híbrido, y así un largo etcétera. Un largo etcétera de más de cuarenta tópicos que conforman Hierro en las espinacas... y otras creencias, una obra colectiva di64 (Verano 1999) el escéptico T rigida por Jean-François Bouvet, profesor de la Universidad Claude Bernard, Lyon I. El libro analiza temas de lo más variados, desde el supuestamente alto contenido en hierro de las espinacas -que da título a la obra- hasta la presunta influencia de la luna llena en el número de nacimientos, pasando por el sugerente y autocrítico La ciencia se fundamenta en hechos probados. Bouvet, Jean-François [1997]: Hierro en las espinacas... y otras creencias. [Du fer dans les épinards et autres idées reçues]. Trad. de María Victoria López Paños. Editorial Taurus. Barcelona 1999. Como reconoce Bouvet en el prólogo, los autores aspiran a desenmascarar algunas de las falsas ideas más logradas que pueblan el fondo cultural de la ciencia contemporánea y renuncian tanto al cinismo como a un tono profesoral, y es cierto que lo consiguen, pues el resultado es una colección de artículos breves que se lee con gran facilidad por cualquier tipo de público, especialmente por el que acríticamente acoge estas creencias. No necesitan más de dos páginas para explicar la falta de fundamento de la cucharilla en la botella de cava y cómo, desde una perspectiva científica, se puede -se hizo- diseñar un experimento para contrastar la veracidad de esta creencia. Aquí se venden como rosquillas libros autóctonos -de barbados iluminados- que recogen sabidurías tan interesantes como que, cuando uno está podrido, es decir, deja tras su paso por el cuarto de baño un olor más propio de muertos que de vivos, debe echar una cerilla encendida sobre la taza del váter para eliminar el olor; libros que amontonan recetas de sabiduría popular sin el menor filtro crítico y sin la menor explicación científica. Esto no es más que un síntoma más de que ARP tiene su razón de ser en España y que, además, tiene mucho trabajo por delante. Porque libros como el objeto de esta reseña, libros que analicen desde un punto de vista científico la fundamentación de las creencias populares y que sean de factura hispana, no debe haber muchos -ójala me equivoque-. Me viene a la memoria el delicioso libro que, sobre la meteorología popular, escribió hace ya algunos años Manuel Toharia. Pascal decía que -y cito del prólogo del libro- la principal enfermedad del hombre es la curiosidad inquieta ante las cosas que le resultan innaccesibles; y peor que esté en el error es que esté en la curiosidad estéril. Quizá esa manera de pensar esté más arraigada de lo que sería deseable y justifique que proliferen con facilidad este tipo de creencias. Hierro en las espinacas... es un libro recomendable para todos los públicos: cualquier persona con un mínimo de curiosidad y sin ningúna de formación científica es capaz de comprender más del 90% de su contenido. Me atrevo a vaticinar que más del 99% de los lectores hallará alguna información nueva que le sorprenderá y creo que más del 99,9% lo encontrará ameno y fácil de leer. ¡Y todo esto por menos de 12 euros! JOSÉ LUIS CEBOLLADA