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informe especial La máscara de Nostradamus La gama de sensaciones que nos puede proporcionar la ciencia es muy amplia y va desde la más emocionante sorpresa hasta el mayor de los desconciertos. Puede satisfacer perfectamente nuestra humana necesidad de misterio y maravilla JAMES RANDI scribo esto desde la ventanilla de un avión que me lleva de París a Marsella, en lo que será el segundo de mis numerosos viajes a la zona de St. Rémy de Provence y Salon, buscando la verdad acerca de Michel de Notredame y sus profecías. Según miro el suelo desde estos 11.000 metros de altitud veo, en medio de un área aparentemente salvaje, un cuadrado de bosque denso, como de medio kilómetro de lado, que resalta con su color verdeamarillento. No veo caminos ni pistas que se internen en esa zona y, por alguna razón que no puedo imaginar, esos árboles parecen haber resistido las primeras heladas, el cada vez menos intenso Sol otoñal que ha tornado el resto del paisaje en un tono rojo, amarillo o marrón. ¿Por qué? ¿Acaso ese pequeño terreno E extraños que pasan por encima volando... No tengo ni idea, ni creo que pudiera llegar a saber nunca la razón de esta maravilla. En cualquier caso, el avión sigue su curso y pierdo de vista ese misterio que permanecerá, para mí, sin resolver. Es la naturaleza de nuestra especie maravillarse sobre cuestiones como ésta. Buscamos soluciones a cada pregunta que podemos inventar, y buscamos regularidades y orden en la información que se nos presenta. Misterios sin resolver, preguntas sin respuesta, orden dentro del caos, bucles en el tejido de nuestro universo... todo ello nos da que pensar. Soy un individuo singularmente curioso, quizá me atraigan más las anomalías que al resto de la gente. Un trozo de bosque verde es sin duda uno de los misterios menores que me he ido encontrando en los últimos sesenta años, y apenas se puede comparar con lo que me trae a Francia. Pero me he dado cuenta de que los misterios más grandes se reducen, durante su proceso de solución, a una serie de preguntas menores, menos poderosas, y eso parece que sucede con lo que me propongo estudiar. El misterio que lleva el nombre propio de Nostradamus. La búsqueda comienza... El hombre, su educación, su medio, la cultura en que nació y vivió, los miedos y esperanzas de sus días... Estos y otros aspectos deberán ser resueltos para, al menos parcialmente, poderle quitar la máscara a Nostradamus. Y sospecho que cuando lo hagamos, la cara del Adivino de la Provence estará sonriéndonos... Hay una inscripción en latín en mármol, colocada en la pared de una iglesia de Salon de Provence, que dice: Aquí descansan los restos mortales del ilustre Michel Nostradamus, único entre los mortales juzgado capaz de registrar con su casi divino lápiz, bajo la influencia de las estrellas, los sucesos futuros de todo el mundo. Vivió 62 años, 6 meses y 17 días. Murió en Salon en el año de 1566. Que la posteridad no disturbe la paz de sus restos. provenzal fue cultivado hace tiempo, y ahora su vegetación se nutre mejor? ¿Se habrá plantado allá por alguna razón especial un tipo de árbol que resiste mejor el otoño? Quizá el gobierno francés está llevando a cabo un experimento agrícola, o incluso ha decidido de manera perversa confundir a los 22 (Verano 1999) el escéptico Anne Pons Gemelle desea a su marido la verdadera felicidad. Bien... quizá en nuestra búsqueda deberemos disturbarlos un poco. De noche, sentado y en secreto estudio. Tranquilo y solo, en la silla de bronce: Exigua llama saliendo de la soledad, Hace prosperar lo que no debe creerse en vano. La vara en la mano entre los sacerdotes de Apolo Por la onda bañada la orla y el pie: Un miedo y una voz vibran por las mangas: Esplendor divino. El divino se sienta a mi lado. intelectual. En lo académico, la excitación que produjeron los nuevos conocimientos llegaron a dar vuelta con lo que se sabía de medicina, astronomía, matemáticas o filosofía, algo que intoxicó a la generación de Nostradamus. La misma visión del Universo estaba comenzando a cambiar, y con ella también la del papel del Hombre en su des- Escribir un libro que apoye la idea de que Nostradamus fue un profeta requiere poca experiencia o trabajo arrollo y en su propia existencia. Tales cambios en el mundo intelectual rompieron la estabilidad emocional de las personas cultas, hasta entonces acostumbradas a depender de autoridades que, de repente, comenzaban a parecer mucho menos divinas que hasta entonces. En lo político, Nostradamus existió en un tiempo violento, peligroso, en el que cualquiera podía ser acusado por intentar escapar de la mediocridad. Las penas por tales transgresiones eran bárbaras como pocas en otras épocas: los héroes de entonces bien se ganaban su nombre. Francia e Italia estaban en conflicto permanente, en un estado de guerra de baja intensidad, lo que provocó una severa depresión económica en Francia. Nuestro hombre vivió en un periodo histórico bien difícil. Aparte de estas influencias obvias en la vida de Nostradamus, hay otro aspecto fundamental: el medio social -la atmósfera personal diaria- en el que se movió, algo que he intentado investigar, queriendo saber más acerca de una persona tan ilustre, que bien podría haber sobrevivido en la historia de su país sin el añadido de su búsqueda de los conocimientos arcanos. Aunque gran parte de la información de que disponemos sobre su vida es como mucho fragmentaria y lo que es peor normalmente ficcionaliza en gran parte, debemos intentar ordenarla, para alcanzar un perfil razonablemente correcto. Las fechas de los sucesos de la vida temprana de Nostradamus son desconocidas. Muchos recuentos milagrosos, gestas fabulosas que le han atribuido sus admiradores a lo largo de los siglos tienen escasa o ninguna base documental, por lo que debemos obviarlos. Aunque existen numerosas copias impresas de sus escritos, comenzando con un tratado sobre cosmética en 1552, no se conserva copia manuscrita alguna. Incluso las primeras ediciones de sus textos proféticos se han perdido, por lo que tenemos que confiar en la exactitud e integridad de quienes le han transcrito. Se han publicado numerosas falsificaciones, algunas para probar asuntos no originalmente previstos por el Profeta, y otras sencillamente para aprovecharse de un público hambriento de cualquier cosa que lleve el marchamo nostradamiano. Con estos versos comenzó este notable francés del siglo XVI su obra maestra, las Centurias, novecientas cuarenta cuartetas extrañas que pretendidamente profetizan sucesos importantes de la historia del mundo hasta el completo fin del mismo, que los estudiosos de sus escritos han fechado entre el 1999 y el año 7000. Lo cierto es que la interpretación de Nostradamus no es una ciencia exacta. Escribir un libro que apoye la idea de que Nostradamus fue un profeta requiere poca experiencia o trabajo. Tantos expertos ingenuos, a lo largo de estos siglos, han ojeado sus versos para expurgar cualquier posible oscuridad que cualquiera se encuentra ahora con miles de páginas sobre las que copiar, refundir, o hiperbolizar. Analizar este tema bajo un punto de vista racional es algo diferente... Resulta demasiado sencillo explicar ciertos aspectos de la fama de una persona afirmando que vivió en una época prodigiosa. Todas lo son, normalmente por los hombres y las mujeres que en ellas vivieron. Haber nacido en un tiempo ventajoso no es una distinción reservada por Fortuna a los grandes artistas, filósofos, académicos y hombres de estado. En el caso de Nostradamus, aunque no creo que se trata de una excepción a mi anterior observación, es cierto que algunas circunstancias de su tiempo simplificaron su existencia, favorecieron su éxito y le permitieron sobrevivir hasta hoy como una leyenda, un enigma y un héroe de proporciones inusuales. El decía que había escrito su obra principal, las Centurias, como una colección de cuartetos proféticos sin orden cronológico. Junto con otros textos, almanaques proféticos de gran extensión, cartas, presagios, sextetos y notas, los versos han fascinado a todos aquellos que los han ido leyendo o sabido de ellos, junto con Homero, Shakespeare, los autores de la Biblia y unos pocos más. El Profeta de Provence, tras cuatrocientos años, sigue siendo reeditado. Desde su muerte en 1566 se han publicado más de cuatrocientos libros y ensayos sobre sus profecías realizados por casi otros tantos autores, junto con un buen número de comentarios, artículos y otros textos en casi todos los idiomas. Un record notable, que nos hace preguntarnos por la razón de tan persistente popularidad. El siglo XVI comenzó con una revolución El secreto del éxito No es difícil descubrir los secretos de los profetas. El escritor Eugene Parker lo hizo el escéptico (Verano 1999) 23 bastante bien en un ensayo publicado en 1920, en el que resume los métodos genéricos de nuestro vidente: El método profético [de Nostradamus] es tripartito. En primer lugar, toma sucesos pasados y los colorea a su aire, de manera que queden irreconocibles, colocándolos después en tiempo futuro. En segundo lugar, describe una serie de posibilidades bien elegidas, basadas en las condiciones contemporáneas, Y en tercer lugar, hace una serie de tiros al azar que son improbables, pero aún así posibles. Hay una serie de reglas bien asentadas que pueden permitirle a uno ganarse fama de profeta. Regla Número Uno: Haz muchas predicciones, esperando que alguna se cumpla. Si es así, hazlo notar con orgullo. E ignora las otras. A lo largo de cuatro años, un grupo de investigadores examinó las predicciones publicadas de los principales videntes que escribían en el tabloide N a t i o n a l Enquirer. Había 364 predicciones, de las cuales sólo cuatro eran correctas. Esto quiere decir que los psíquicos (todos ellos profesionales muy famosos) estaban equivocados en un 98,9% de las veces. Sin embargo, siguen con sus negocios, todos excepto uno que falleció... A juzgar por sus estadísticas, seguro que fue incapaz de predecir tampoco esto. Incluso el editor de Nostradamus, Jean Brotot, que le pedía material nuevo, se lamentaba de lo prolijo del trabajo que recibía. A finales de 1557, con las Centurias comenzando a crear una gran demanda sobre el autor, Brotot le escribía: Acabo de recibir, el 9 de septiembre, dos pronósticos. Estoy estupefacto por su verbosidad. Hoy es moda usar menos palabras. Por ello he decidido publicar sólo uno de ellos -elija cuál- aunque añadiendo algunos elementos del otro Regla Número Dos: Sé muy vago y ambiguo. Afirmaciones definidas pueden demostrarse erróneas, pero cosas posibles siempre se pueden reinterpretar. Usa modificadores como éstos allí donde sea posible: Siento que... Tengo la imagen de... Podría ser que... Acaso... Busco... Percibo... El escritor inglés William Fulke escribió en 1560 sobre los graves efectos políticos que podían tener las profecías de Nostradamus sobre el nuevo gobierno de Isabel I. El público británico estaba leyendo los almanaques de Nostradamus que, traducidos, se conseguían fácilmente. La administración de la reina Isabel, comenzando entonces a salir del bache que se había vivido con el desastroso reinado de María la Sangrienta, necesitaba cualquier cosa por 24 (Verano 1999) el escéptico "Nostradamus arropó sus profecías en tal manto de oscuridad que hombre alguno podría desvelarlas, y obtener conocimiento cierto", escribió William Fulke el 1560 pequeña que fuera para conseguir el apoyo popular, y las predicciones de Nostradamus, entre otras calamidades como terremotos y asesinatos, presentaban un reinado muy corto para la nueva reina. Fulke hacía notar la ambigüedad del trabajo del vidente francés: ¿Qué? ¿Debemos permanecer en silencio viendo como lenta y fríamente la gente, durante el año pasado, seducida por las locas profecías de Nostradamus llegaban a olvidarse de la verdadera adoración que han de tener a Dios y a Su religión? Buen Señor, ¿qué agitaciones hubo? ¿Qué miedos? ¿Qué expectaciones? ¿Qué horrores? [...] Pero nuestro hacendoso Nostradamus, arropó sus profecías en tal manto de oscuridad que hombre alguno podría desvelarlas, y obtener conocimiento cierto. Sin duda oyó hablar del oráculo de Apolo, ese ídolo diabólico de Delfos a quien se pedía consejo, pero que siempre contestaba de manera oscura y doble, de forma que siempre se podía interpretar de varias maneras. Fulke arremetió contra más de seiscientos videntes que según él usaban las mismas técnicas para su engaño, aunque Nostradamus era a quien más atención dedicó. Los nostradamianos, como Charles Ward, suelen acudir rápidamente con la clásica excusa para esta ambigüedad de su profeta. Piensan que así se elimina la crítica: Respecto a su oscuridad, el propio Nostradamus admite que es algo que se ha de cultivar tanto en sus tiempos como en los futuros. Nadie puede realmente negar que oscuridad y profecía son casi términos similares e intercambiables. Las profecías de las Escrituras también son ambiguas [...] Hay quienes mantienen que las profecías son inútiles, sólo porque no pueden ser plenamente comprendidas hasta que se han cumplido. Ward procede posteriormente a explicar a sus lectores una de las paradojas clásicas: Es obvio que muchas profecías son de tal naturaleza que, si se comprendieran claramente con anterioridad al suceso, podrían prevenir de su propio cumplimiento, y así dejar de ser profecías: lo que se había previsto nunca habría sucedido. Debemos hacer notar que Nostradamus, en un texto en prosa contenido en su Epístola al rey Enrique II, que aparece justo antes de la Octava Centuria de su obra, proporciona uno de los pocos momentos donde profetiza de forma bastante específica algunos sucesos que pueden ser ahora cotejados con lo que sucedió. No hay ambigüedad por lo tanto en estas afirmaciones, y los nostradamianos suelen evitar cuidadosamente discutir esta parte del trabajo del vidente. Como observa Leoni: Se comprueba que en la gran cantidad de predicciones que se hacen en esa texto en prosa no hay ni una sola que se haya cumplido. La datación de dos calamidades sirve para desacreditar por completo su obra. Las dos catástrofes a que se refiere Leoni son las predicciones de Nostradamus de la virtual desaparición de la raza humana en 1732 y la culminación de una persecución religiosa larga y violenta para 1792. Y hemos de notar que ambos sucesos están fechados para haber sucedido mucho después de que el vidente estuviera tranquilo en su tumba. La oscuridad de Nostradamus se ganó a veces la crítica de sus clientes. En una carta que se conserva de uno de ellos, llamado François Bérard, de 1562, la queja es clara: He leído cuanto ha escrito en torno al anillo, pero no he comprendido nada. ¿Podría ser más claro? Regla Número Tres: Usa mucho simbolismo. Sé metafórico, utilizando imágenes de animales, nombres e iniciales. Pueden encajar con muchas cosas a los ojos de los creyentes. El escritor John Hogue sugiere, por ejemplo, que una clarísima referencia de Nostradamus a Neptuno significa realmente Inglaterra. Por supuesto, hace notar, un león también puede simbolizar a Inglaterra, o bien a la monarquía en general. Aunque también se puede referir a la ciudad de Lyon en Francia. Un lobo puede referirse tanto a Roma como a Italia, pues Rómulo y Remo, los mitológicos fundadores de Roma fueron amamantados por una loba. Pero invasores como los Nazis actuaban como lobos, así que uno podría aplicarles la metáfora también. El nostradamiano James Lever dice a sus lectores que el leopardo, por supuesto, significa Inglaterra. Y así hasta ciento... Regla Número Cuatro: Cubre cada situación en ambos sentidos y selecciona la opción ganadora como la intención real de tu afirmación. Jeane Dixon, (una de las videntes más famosas de nuestra época, a quien podemos emplear como ejemplo de estos mecanismos de los videntes que también usara Nostradamus), tras más de diez años de publicar profecías fallidas, predijo en 1953 la muerte de un presidente del Partido Demócrata de los Estados Unidos que se elegiría en el año 60 y que tendría los ojos azules. En 1956 reiteraba que ganara quien ganara las elecciones presidenciales del 60, fuera o no Demócrata, sería asesinado, o bien moriría durante el cargo, aunque no necesariamente en su primer periodo. Posteriormente, a finales de 1960 predijo que veía a un joven de ojos azules y cabellos castaños como el próximo presidente, y que John Kennedy no iba a ganar las elecciones. Obviamente, en contra de lo que se suele decir, ella no predijo el asesinato de Kennedy, sino de otro candidato que tendría éxito. En un cierto momento, predijo que ese puesto iba a ser para Richard Nixon. La predicción de Dixon ser asesinado o morir no menciona el nombre de Kennedy, ni siquiera sus iniciales, ni la ciudad de Dallas, ni épocas o fechas. Es probable que su predicción se basara en esa idea de la maldición presidencial de que los presidentes electos cada 20 años (a partir de Harrison) morirían en el cargo. Ronald Reagan confundió a los expertos sobreviviendo a un atentado... Regla Número Cinco: Da crédito a Dios por los aciertos y acúsate de cualquier incorrecta interpretación de Sus divinos mensajes. Así, tus detractores tendrán que luchar contra Dios. Algo que muchos videntes hacen, incluyendo a Jeane Dixon, que se prepara así en caso de equivocación. Regla Número Seis: No importa si te equivocas frecuentemente, sigue como si nada. Los Creyentes ni se darán cuenta de tus errores, y continuarán siguiéndote palabra por palabra. Jeane Dixon dijo, entre decenas y decenas de predicciones erróneas, que el presidente de los EEUU Portada del libro de James Randi dedicado Richard Nixon a Nostradamus. sobreviviría al escándalo Watergate, haciendo su vuelta política en 1976; que Rusia pondría el primer hombre en la Luna, e invadiría Irán en 1953 y Palestina en 1957; que la China roja comenzaría la III Guerra Mundial en 1958, aunque sería admitida en las Naciones Unidas en 1959; que Jackie Kennedy no se casaría (primero), y tras haberse casado con Onassis, y muerto su marido, que sí se casaría; que Rusia invadiría Irán de nuevo en 1960; que Fidel Castro caería en 1961 y que posiblemente moriría en 1966; que Eisenhower no gobernaría en 1956; que Spiro Agnew aumentaría de estatura; o que la guerra del Vietnam acabaría el 5 de agosto de 1966... La lista es muy larga, y es sólo una selección. Pero la Dixon continúa con su reputación de una profetisa que acierta. Regla Número Siete: Predice catástrofes; se recuerdan más fácilmente y son, sin duda, mucho más populares. Jeane Dixon se ha especializado en guerras, revoluciones, asesinatos, terremotos y demás tragedias, asustando a sus lectores. En 1970 predijo que en los 80 un cometa chocaría contra la Tierra causando grandes cataclismos: enormes terremotos y ondas de el escéptico (Verano 1999) 25 marea. De manera similar, las profecías de Nostradamus, allí donde pueden ser descifradas, se dedican casi exclusivamente a hablar de guerras, líderes, enfermedades, inundaciones, hambrunas, caballeros, soldados y realeza, copiando, en algunos aspectos, el estilo cataclísmico de la Biblia. Predecir terremotos, como ha hecho notar el escritor Charles Cazeau, es de lo más seguro, salvo que tengas que especificar cuándo y dónde. La corteza terrestres está constantemente en movimiento, originando miles de sismos de mayor o menor grado cada año, con uno importante cada dos o tres semanas en algún lugar del mundo. En 1989, por ejemplo, se registraron ochenta de gran magnitud. La astrología enseña que aunque hay signos y aspectos catastróficos y benéficos, los primeros suelen tomar precedencia sobre los otros. En un análisis sobre la técnica de desastres de Nostradamus, Edgar leroy ha observado: Es fácil ver, incluso en una lectura rápida y superficial de las Centurias, que deben mucho de su increíble reputación a su contenido un tanto catastrófico. Solemos recordar muy poco de los tiempos felices del pasado; pero conservamos memorias exquisitas y poderosas de las antiguas desgracias... [Los lectores] perciben claramente muy claramente, si tenemos en cuenta la jerga empleada- que se anuncian incluso más miserias y cataclismos. Así son las profecías de Nostradamus: cuantas más tragedias predicen, más probables parecen. Regla Número Ocho: Cuando se hace una predicción después de los hechos, pero aparentando que la profecía precedió a aquellos, sé erróneo lo bastante para parecer inexacto en los detalles concretos; una profecía demasiado buena es sospechosa... Tenemos un ejemplo reciente de esta técnica que resulta excelente: el 30 de marzo de 1981 los medios de comunicación estaban llenos de datos acerca del intento de asesinato del presidente estadounidense Ronald Reagan por un hombre llamado John Hinckley. Y gran parte de la atención se centraba en una psíquica profesional de Los Angeles, Tamara Rand, que supuestamente había profetizado el suceso dos meses antes durante una entrevista de televisión en Las Vegas. Rand había predicho que el intento de asesinato tendría lugar durante la última semana de marzo y que el nombre del asesino fallido sería algo parecido a Jack Humley, según las noticias. La fecha y el nombre estaban muy próximos a la realidad, aunque no eran perfectos. La técnica de Rand era la clásica. Como se pudo descubrir posteriormente, la profecía era un completo engaño: había hecho la cinta de vídeo de su predicción el día siguiente al atentado, y había puesto especial cuidado en equivocarse en algunos detalles justo para conseguir el sabor exacto de una profecía. Nostradamus empleó a menudo esta misma técnica. Una regla que también usó Johnatan Swift, el escritor satírico inglés autor de los 26 (Verano 1999) el escéptico Viajes de Gulliver, quien protagonizó una sonora bofetada a la astrología al publicar la obra titulada Predicción para el año de 1708, por Isaac Bickerstaff, Caballero. Bajo el pseudónimo, pretendidamente creía en su arte astrológico, pero a la vez ponía de manifiesto los absurdos que implica. Y lanzaba un dardo a un conocido astrólogo londinense de la época, llamado Partridge, en forma de predicción astrológica: Mi predicción no es sino una bagatela, aunque debo mencionarlo para mostrar cuán ignorantes son esos pretenciosos astrólogos incluso en sus propios asuntos: me refiero a Partridge, el hacedor de almanaques. He consultado las estrellas de su nacimiento con mis propias técnicas y he encontrado que de manera infalible morirá el 29 de marzo próximo hacia las 11 de la noche de una terrible fiebre. Lo que digo públicamente para que arregle todo para la fecha. En el ensayo de Swift, aparecía una carta de un caballero anónimo que describía la muerte del astrólogo Partridge en esa fecha y casi a la hora prevista, es decir, cumpliendo la regla octava. En vano, el astrólogo Partridge protestó en la prensa a su público diciendo que estaba vivo, incluso adjuntando un acta notarial como prueba. Como respuesta, Swift regañó públicamente al que decía que era un mentiroso, y se permitió contestar los argumentos de Partridge, probando que realmente estaba muerto. La repercusión de tan delicioso fraude siguió durante bastante tiempo... aunque la astrología, claro está, sobrevivió al ataque. Hay muchos otros métodos para tener éxito en el negocio de la profecía, pero los que he resumido son los principales que uno debe saber. Si se comparan los métodos de Nostradamus con los que los videntes de hoy en día usan para dar la impresión de que tienen poderes pronosticatorios nos damos cuenta de que están aplicando las mismas fórmulas del Vidente de Provenza, de hace más de cuatrocientos años. Métodos que incluso eran antiguos ya en época de Nostradamus. Pero reconozcamos que independientemente de los métodos, hay que conseguir la atmósfera adecuada para tener éxito como profeta, y en eso Nostradamus sí que es sobresaliente... James Randi, conocido como El Asombroso Randi, es ilusionista, showman, conferenciante, uno de los más prestigiosos estudiosos de lo paranormal, presidente de la Fundación Educativa James Randi y autor, entre otros libros, de Fenómenos paranormales, The truth about Uri Geller y The faith healers. Este artículo es un extracto de su libro The mask of Nostradamus, publicado por la editorial Prometheus (1990), y se reproduce con autorización del autor, a quien agradecemos su generosidad. Versión española de Javier E. Armentia.