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La ciencia, el engaño y el deseo de ser maravillados La gama de sensaciones que nos puede proporcionar la ciencia es muy amplia y va desde la más emocionante sorpresa hasta el mayor de los desconciertos. Puede satisfacer perfectamente nuestra humana necesidad de misterio y maravilla RICHARD DAWKINS sted podría dar clases a Aristóteles. tavas musicales. No hay cuatro elementos; Y enseñarle cosas que harían tam- hay unos cien. Ni la Tierra ni el Aire ni el balear sus más profundas conviccio- Fuego ni el Agua están entre ellos. Las especies vivas no son tipos aislados nes. Aristóteles fue un sabio enciclopédico. Y no sólo sabe usted más que Aristóteles que permanecen inalterados. Si utilizamos sobre el mundo, incluso puede que tenga una escala de tiempo mucho mayor que la un conocimiento más profundo sobre el de la vida humana, una escala difícil de funcionamiento de las cosas. Son las ven- imaginar, las especies se separan y divertajas de vivir después que Newton, Darwin, gen, dando lugar a nuevas especies, que siEinstein, Plank, Watson, Crick y sus cole- guen diferenciándose cada vez más. Dugas. Con esto, no quiero decir que usted rante la primera mitad de ese tiempo, nuessea más inteligente o más culto que Aristó- tros antepasados eran bacterias. La mayoteles. Aristóteles es, desde mi punto de vis- ría de los seres vivos son bacterias y cada ta, la persona más inteligente de la Histo- una de nuestro trillón largo de células es ria. Esto no es lo importante. Lo relevante una colonia de bacterias. Aristóteles era es que la ciencia es una tarea acumulativa primo lejano de un calamar, primo algo más cercano de y nosotros heun gorila y primo mos nacido más algo más cercatarde. no aún de un siAristóteles temio: sensu stricnía mucho que tu, Aristóteles decir sobre asera un simio, un tronomía, biolosimio africano, gía y física. Sin más próximo al embargo, sus chimpancé de lo puntos de vista que éste lo está resultan hoy deal orangután. masiado ingeEl cerebro no nuos. Pero si sirve para refrinos apartamos gerar la sangre. de las ciencias, Es lo que utiliza la cosa cambia. Iutta Waloschek. usted para elaHoy, Aristóteles borar su metafípodría asistir, e Isaac Newton y Albert Einstein. sica y su lógica. incluso participar activamente, en un seminario sobre Es un laberinto tridimensional de millones ética, teología, filosofía política o filosofía y millones de células nerviosas diseñadas moral. Si Aristóteles asistiera a una clase para transmitir mensajes mediante pulsos. de ciencias de las actuales, seguro que Todas sus neuronas, colocadas en fila, estaría muy perdido y no por la terminolo- darían la vuelta al mundo unas veinticinco gía que se utiliza, sino porque la ciencia veces. En el diminuto cerebro de un pinzón, hay unos cuatro billones de conexioavanza y lo hace acumulativamente. He aquí una pequeña muestra de lo que nes, proporcionalmente, más que en el de usted podría decir a Aristóteles -o a cual- un humano. Si usted opina como yo, tras esta enuquier otro de los grandes filósofos griegos- para sorprenderle y maravillarle, y no sólo meración, tendrá sentimientos encontrapor los hechos en sí, sino también por la dos: orgullo, por lo que nuestra especie sabe y que, en época de Aristóteles, se descoelegancia con que encajan. La Tierra no es el centro del Universo; gi- nocía; por otra parte, un preocupante senra en torno al Sol, que no es más que otra timiento de ¿no es esto demasiado complaestrella. No hay música de las esferas, pero ciente?, ¿hemos dejado algo para nuestros los elementos químicos, los componentes hijos?, ¿podrán enseñarnos algo nuevo? Por supuesto. El proceso de acumulaúltimos de la materia, están ordenados periódicamente de manera parecida a las oc- ción no se detendrá con nosotros. Dentro 10 (Verano 1999) el escéptico U de dos mil años, la gente corriente que haya leído un par de libros podrá dar clases a los Aristóteles de hoy, por ejemplo, a Francis Crick o Stephen Hawking. ¿Significa esto que la visión actual del mundo será considerada errónea? ¡No perdamos la perspectiva! Hay muchísimas cosas que no sabemos, pero, con toda seguridad, nuestra creencia de que la Tierra es redonda y no plana, y que gira alrededor del Sol, no será reemplazada. Sólo esto sería suficiente para inquietar a quienes, con escaso bagaje filosófico, niegan la posibilidad de una verdad objetiva: son los llamados relativistas, para quienes no existe ningún argumento para preferir una explicación científica frente a una explicación mítica del mundo. Que tengamos antepasados comunes con los chimpancés y otros algo más lejanos con los monos es algo que no va a ser rechazado, aunque puedan variar detalles sobre la cronología.1 Por otra parte, muchas de las ideas actuales se comprenden mejor si son entendidas como modelos o teorías que hasta el momento han sobrevivido a la experimentación. Los físicos no se ponen de acuerdo sobre si están condenados a cavar cada vez más hondo para desvelar misterios cada vez más escondidos o si la propia física se acabará un día cuando elabore una última teoría sobre el todo, una especie de nirvana del conocimiento. Mientras tanto, y como quedan muchas cosas que comprender, no deberíamos hablar tan alto de lo que ya sabemos, sino centrar nuestra atención en los problemas en los que tendríamos que estar trabajando. Lejos de ser autocomplacientes, muchos científicos opinan que la ciencia avanza sólo refutando hipótesis. Konrad Lorenz decía que, cada día, quería refutar al menos una hipótesis suya antes de desayunar. Esto era absurdo, sobre todo, viniendo de una gran figura de la etología, pero sí es cierto que los científicos, más que otros colectivos, ganan respetabilidad ante sus colegas admitiendo sus errores. Una de las situaciones más instructivas que viví en mi etapa de estudiante fue la respuesta que un respetado profesor del Departamento de Zoología de Oxford dio a un profesor visitante americano que acababa de rebatir públicamente su teoría más querida. El viejo profesor se dirigió rápidamente al centro de la sala de conferencias, estrechó calurosamente la mano del conferenciante y dijo con emoción: Mi querido colega, quiero darle las gracias porque he estado equivocado estos últimos quince años. Y todos aplaudimos entusiasmados. ¿Podríamos imaginar a un ministro del Gobierno aclamado en el Parlamento por una rectificación similar? La respuesta más En castellano, simio y mono son sinónimos, pero, en inglés, no tanto. Los apes (simios) -gorila, chimpancé, orangután-, están más cerca de nosotros que los monkeys (monos) -macaco, babuino, tití...-. (N. del T.) 1 probable sería: ¡Dimisión, Dimisión!. Hostilidad hacia la ciencia Todavía existe una cierta hostilidad hacia la ciencia, procedente de columnistas de prensa y de novelistas. Las columnas de los periódicos son muy efímeras, pero su continuo goteo, repetido día tras día, semana tras semana, les confiere poder e influencia y sus autores tienen que ser conscientes de ello. Una característica de la prensa británica es la regularidad con la que alguno de los columnistas más famosos vuelve a atacar a la ciencia -y no siempre desde el conocimiento-. El 11 de octubre de 1996, el desahogo de Bernard Levin en The Times (Londres) se titulaba Dios, yo y el doctor Dawkins, y tenía como subtítulo: Los científicos no saben y yo tampoco, pero, al menos, yo sé que no sé. Dentro de dos mil años, la gente corriente que haya leído un par de libros podrá dar clases a los Aristóteles de hoy, por ejemplo, a Francis Crick o Stephen Hawking No es cuestión de sondear las profundidades de lo que Bernard Levin no sabe, baste una muestra del gusto con que presume de ello: A pesar de disponer de importantes presupuestos para investigación, los científicos aún no han demostrado que un quark sea algo más que un puñado de rayos. ¡Que vienen los quarks! ¡Que vienen los quarks! ¡Sálvese quien pueda! ¡...! Sé que no debería burlarme de la ciencia, de la ciencia noble que después de todo hace que tengamos teléfonos móviles, paraguas plegables y crema de dientes con rayas de colores, pero la ciencia, realmente, nos lo está pidiendo... Ahora en serio, ¿puede usted comer quarks?, ¿puede extenderlos encima de su cama y abrigarse con ellos en invierno? No merece la pena contestar, pero el respetado científico de Cambridge, sir Alan Cottrell escribió una breve carta al director Señor director: El señor Bernard Levin se preguntaba: ¿podemos comer quarks? Calculo que él comerá cada día unos 500.000.000.000.000.000.000. Hoy en día, resulta normal que nadie se enorgullezca de su ignorancia en literatura, pero está aceptado socialmente hacer alarde de la ignorancia en ciencias y proclamar con orgullo la incompetencia en matemáticas. Esto, al menos, es lo que sucede en el Reino Unido, aunque creo que no será así en nuestros más directos -y exitosos- rivales económicos: Alemania, EE UU o Japón. La gente responsabiliza a la ciencia de el escéptico (Verano 1999) 11 las armas nucleares y de otros horrores similares. Aunque ya se ha dicho antes, hay que repetirlo: si alguien quiere hacer el mal, la ciencia le proporciona armas muy poderosas para hacer el mal; pero no es menos cierto que si uno quiere hacer el bien, la ciencia también pone a su alcance armas muy poderosas para hacer el bien. La cuestíón es querer hacer lo correcto; entonces la ciencia le proporcionará los métodos más efectivos para conseguirlo. Otra acusación frecuente es que la ciencia va más allá de sus límites. Se la acusa de invadir un territorio que depende de otras disciplinas como la teología. Por otra parte -ellos llevan siempre las de ganar- presten atención al himno de odio contra los científicos que la novelista Fay Weldon publicó en The Daily Telegraph: No esperes que nos gustes. Nos prometiste mucho y nos defraudaste. Ni siquiera intentaste responder las preguntas que te hacíamos cuando teníamos seis años. ¿Dónde se fue tía Maud cuando murió? ¿Dónde estaba antes de nacer...? ¿Quién se encargaba de todo esto medio segundo antes del Big Bang? ¿Y un segundo después? ¿Qué nos dices de los círculos misteriosos en los campos de trigo? pido que, en lugar de tardar veinticuatro horas como nuestro planeta en completar un giro, tarda sólo un cuarto de segundo. Querido, ¡qué monótono, qué rabiosamente empírico, querido! ¿Puede ser amenazadora la ciencia para quienes la encuentran demasiado difícil? No me atrevería a afirmarlo, pero, aunque parezca contradictorio, voy a citar a un distinguido profesor universitario, John Carey, que actualmente ostenta la cátedra Merton de Inglés en Oxford: La riada de estudiantes que compiten en las universidades británicas para conseguir plaza en los estudios humanísticos y el hilillo de aspirantes a carreras científicas testimonian el abandono de las ciencias por parte de la juventud. Aunque la mayoría de los universitarios se cuida mucho de reconocerlo en público, de decirlo claramente, todos parecen estar de acuerdo en que los cursos de letras son más populares porque son más fáciles y la mayoría de los estudiantes no llega a alcanzar las exigencias intelectuales que plantea una carrera de ciencias [The Faber book of science, 1995]. No tendría inconveniente -no así algunos colegas míos- en dar una respuesta simple y directa a las dos preguntas sobre la tía Maud. Pero, probablemente, me tacharían de arrogante y presuntuoso por ir más allá de los límites de la ciencia. Existe la opinión de que la ciencia es repetitivamente monótona y pesada, y la imagen de los científicos como personas algo chifladas y con el bolsillo de la bata lleno de bolígrafos. He aquí otro columnista, A.A. Gill, que escribía sobre ciencia el 8 de septiembre de 1996 en The Sunday Times, de Londres: La ciencia está constreñida por los resultados experimentales y por el tedioso y pesado caminar por la senda del empirismo... Lo que aparece en televisión es más excitante que lo que sucede detrás... Esto es arte: teatro, magia, polvos mágicos, imaginación, luces, música, aplausos, mi público. Hay estrellas y estrellas, querido. Unas son aburridos, monótonos garabatos sobre un papel, y otras son fabulosas, ingeniosas y provocativas, increíblemente populares... Creo que las carreras científicas pueden ser intelectualmente exigentes, pero también lo son la filología clásica, la historia, la filosofía. Por otra parte, nadie debería tener problemas para comprender cosas como la circulación de la sangre o el papel del corazón como la bomba que impulsa a la sangre. Carey preguntó a los treinta alumnos de su clase de último curso de inglés en Oxford utilizando una cita de Donne: ¿Sabes cómo la sangre, que fluye por el corazón, de un ventrículo al otro va?2 Les preguntaba sobre la circulación de la sangre. Ninguno de los treinta supo la respuesta, pero uno se aventuró a sugerir que debía ser por ósmosis. La respuesta correcta -que la sangre se bombea de un ventrículo a otro a través de, por lo menos, quince millas de intrincados vasos capilares- debería fascinar a cualquier auténtico estudiante de literatura y no es difícil de entender; no ocurre lo mismo con la teoría cuántica o la relatividad. Por tanto, yo mantengo un punto de vista más indulgente que el del profesor Carey. Me pregunto si algunos de esos jóvenes han sido desmotivados hacia la ciencia. Lo de aburridos, repetitivos garabatos es una referencia al descubrimiento de los púlsares de Jocelyn Bell y Anthony Hewish en 1967. Jocelyn Bell Burnell ha contado varias veces en televisión el momento estremecedor en el que una joven investigadora en los inicios de su carrera se dio cuenta de que estaba ante algo que nadie había visto en el Universo. No algo nuevo bajo el Sol, sino una nueva clase de sol que gira tan rá12 (Verano 1999) el escéptico La utilidad del saber El mes pasado, recibí de un espectador una emotiva carta que empezaba: Soy profesor de clarinete y el único recuerdo que tengo 2 Formuló la pregunta en inglés antiguo: Knowst thou how blood, which to the heart doth flow, doth from one ventricle to the other go? (N. del T.) de las asignaturas de ciencias es el de clases y clases sobre el mechero Bunsen. Bien, usted puede disfrutar de un concierto de Mozart, aunque no sepa tocar el clarinete. Puede ser un competente crítico musical sin necesidad de saber tocar ni una nota. Si todo el mundo acabara la enseñanza secundaria pensando que hacía falta saber tocar un instrumento para poder disfrutar con la música, nos perderíamos muchas cosas de la vida. ¿No podemos tratar igual a la ciencia? Sí, necesitamos mecheros Bunsen y bisturíes para los que se especialicen en el trabajo científico. Pero, quizás, el resto de nosotros podría tener clases aparte sobre la comprensión de la ciencia, los logros de la ciencia, los modos de pensamiento científico o la historia de la ciencia, más que sobre prácticas de laboratorio. Y, en este punto, buscaría la complicidad de otro enemigo -aparentemente- de la ciencia, Simon Jenkins, ex director de The Times y un contrincante mejor que los anteriores que he citado, porque él sabe de qué habla. Está resentido por cursos con asignaturas científicas obligatorias y sostiene que fueron totalmente inútiles. Aunque está de acuerdo con algunos aspectos edificantes de la ciencia. En una entrevista grabada, me dijo: Me cuesta recordar algún libro de ciencia que haya leído que pueda decir que fuera útil. No eran útiles, eran maravillosos. Ahora, me hacen sentir que el mundo a mi alrededor está más lleno... un lugar mucho más interesante de lo que imaginaba... Creo que la ciencia tiene una bonita historia que contar. Pero una historia inútil. No es útil como lo es un curso de empresariales o derecho o incluso un curso de economía y política. Vista de la galaxia NGC 4414. enroscaran en torno a mis extremidades... Mi principal preocupación no es que la ciencia sea o no útil, sino que su utilidad sea tan grande como para hacer sombra a su faceta como valor cultural o como fuente de inspiración. Incluso los más ácidos entre los críticos admiten la utilidad de la ciencia, aunque ignoran la capacidad de sorprendernos. Se suele decir que la ciencia aniquila nuestra humanidad o destruye los misterios de los que se nutre la poesía. Keats acusaba a Newton de destruir la poesía del arco iris. La Filosofía sujetará las alas del Ángel, / resolverá todos los misterios mediante la norma y la línea, / vaciará el aire cautivo, y la mina subterránea /destejerá el arco iris. Me hubiera gustado conocer a Keats o a Blake y haberles dicho que los misterios no pierden su poesía cuando se desvelan. Más bien al contrario, a menudo, la solución se convierte en algo más maravilloso que el enigma y, en cualquier caso, la solución nos descubre un misterio más profundo. El análisis del arco iris como la dispersión de luces de diferente longitud de onda lleva a las ecuaciones de Maxwell e incluso a la relatividad especial. El mismo Einstein estaba claramente inspirado por una musa estética de la ciencia: Lo más bonito que podemos experimentar es el misterio. Es la fuente del verdadero arte y de la verdadera ciencia, decía. Es difícil encontrar un físico teórico actual que no comparta alguna motivación estética similar. John Wheeler, uno de los más reconocidos físicos de Estados Unidos, es un ejemplo: ... comprenderemos que la idea central de todo esto es tan simple, tan bella, tan convincente que nos diremos unos a otros: ¿cómo podría ser de otra manera?, ¿cómo hemos podido estar tan ciegos tanto tiempo? Claro que Keats era muy joven. También Blake se lamentaba: Para Bacon y Newton, ocultaron con lúgubre acero, colgaron sus terrores /como férreo azote sobre Albión: razonando como enormes serpientes que se Wordsworth debería haber comprendido esto mejor que sus colegas románticos. Anhelaba un tiempo en el que los descubrimientos científicos se convirtieran en apropiados objetos para el arte del poeta. Y, en la cena del pintor Benjamin Haydon en 1817, se ganaba la simpatía de los científicos mientras soportaba los sarcasmos de Keats y Charles Lamby se negaba a brindar con ellos: Al diablo con Newton y con las matemáticas. Ahora bien, hay una aparente contradicción. Thomas Henry Huxley veía la ciencia como sentido común entrenado y organizado mientras que el profesor Lewis Wol- el escéptico (Verano 1999) 13 pert insiste en que es profundamente paradójica y sorprendente; más un desafío al sentido común que una extensión del mismo. Cada vez que bebes un vaso de agua, estás bebiendo al menos un átomo que pasó por la vejiga de Aristóteles. Un resultado seductoramente sorprendente, pero también una manifestación del sentido común organizado de Huxley a partir de la observación de Wolpert de que hay más moléculas de agua en un vaso que vasos de agua en el mar. La gama de sensaciones La existencia de hombres-lobo violaría el equivalente al segundo que nos puede proporcionar principio de la termodinámica. la ciencia es muy amplia y va sobre el Universo contradice las ecuadesde la más emocionante sorpresa hasta el mayor de los desconciertos, y las ideas ciones de Maxwell, entonces... peor papueden llegar a ser tan extrañas como la ra las ecuaciones de Maxwell. Si conmecánica cuántica. Más de un físico ha tradice los hechos observados, bueno, dicho algo parecido a esto: Si crees que pues los experimentadores a veces hacomprendes la teoría cuántica, puedes cen chapuzas. Pero si su teoría contraestar seguro de que no la comprendes. dice la segunda ley de la termodinámiEn el Universo, hay un misterio seducca, no puedo darle ninguna esperanza tor, pero esto no significa que sea antojadisalvo la de acabar en la más profunda zo, caprichoso o frívolo. El Universo es un de las humillaciones. [The nature of the lugar ordenado y, en un nivel profundo, physical world, 1928, Cap.14] unas regiones se comportan como otras regiones, los tiempos se comportan como La epidemia paranormal otros tiempos. Si colocamos un ladrillo sobre una mesa, se quedará ahí, aunque se Para seguir con la relación entre el hombreolvide del ladrillo, hasta que algo lo mueva. lobo y la entropía, voy a pasar a otro campo Los fantasmas y los espíritus no interven- muy alejado. Pero, puesto que esta confedrán tirándolo al suelo por capricho o por rencia está dedicada a la memoria de un hacer una travesura. Hay misterio, pero no hombre, Richard Dimbleby, cuya integrimagia; extrañeza que puede ir más allá de dad y honradez como comunicador sigue la más atrevida de las imaginaciones, pero aún viva treinta años después de su muerno hay maleficios o brujería; no hay mila- te, me centraré ahora en la epidemia actual gros arbitrarios. de propaganda paranormal en televisión. Incluso la ciencia ficción, que quiere enLas programaciones generalistas inclutretener utilizando teorías científicas, no yen espacios a los que acuden los magos y puede pretender ser buena ciencia ficción hacen sus trucos. Pero, en lugar de admitir si ignora estos principios. que son ilusionistas, Un programa reciente de estos actores de televitelevisión se convirtió sión proclaman que tiemás en un cuento de hanen realmente poderes das que en ciencia ficción sobrenaturales. Cuentan porque las jóvenes no se con la complicidad de quitan de repente la ropa ilustres y prestigiosos y se transforman esponpresentadores, gente en táneamente en lobas. quien nos hemos Porque viola una prohibiacostumbrado a confiar, ción teórica más profunda que el razona- comunicadores que se han convertido en miento inductivo de los filósofos de que referente. Es un abuso de lo que podríamos todos los cisnes son blancos hasta que llamar el efecto Richard Dimbleby. aparece uno negro. No, no conocemos a En otros programas, algunos perturbanadie que pueda transformarse en lobo, y dos cuentan sus fantasías sobre fantasno porque este fenómeno no haya sido ob- mas. Pero los productores de televisión, en servado nunca -muchas cosas suceden al- lugar de mandarles de manera educada a guna vez por primera vez-, sino porque la la consulta de un psiquiatra, corren a conexistencia de hombres-lobo violaría el tratar actores para recrear sus delirios, con equivalente al segundo principio de la los predecibles efectos sobre las grandes termodinámica. Sobre esto, sir Arthur audiencias. Edington dijo: Recientemente, la televisión dedicó media hora en horario de máxima audiencia a Si alguien le dice que su teoría favorita un sanador y le dio la oportunidad de plan- Aunque parezca mentira, la popularidad de lo paranormal debería ser motivo de optimismo 14 (Verano 1999) el escéptico tear su peregrina teoría según la cual él era un médico, Pablo de Judea, que murió hace más de dos mil años. Es hora de que alguien llame a esto entretenimiento o incluso comedia, aunque haya personas que crean que como entretenimiento es tan discutible como un humano deforme en una barraca de feria. Debo volver al problema de la arrogancia. ¿Cómo puedo estar seguro de que esa persona con un inverosímil acento extranjero no fuera Pablo de Judea? ¿Cómo sé que la astrología no funciona? ¿Cómo puedo estar tan seguro que los seres con poderes sobrenaturales que aparecen en los programas son farsantes sólo porque cualquier ilusionista puede repetir sus trucos? (Por ejemplo, doblar cucharas es algo tan sencillo que los ilusionistas americanos Penn y Teller han divulgado las instrucciones del truco en Internet en la web la la Fundación Educativa James Randi: http:www.randi.org/jr/ptspoon.html) Las respuestas las ofrece el principio de parquedad o navaja de Occam, de máxima simplicidad o economía de explicación. Es posible que el motor de su coche funcione con energía psicocinética, pero si parece un motor de gasolina, huele como los motores de gasolina y se comporta exactamente igual que otros motores de gasolina, la hipótesis mas razonable es que sea un motor de gasolina. La telepatía y la posesión por los espíritus de los muertos no se han aceptado como válidas. Es cierto que no hay nada imposible sobre la abducción por extraterrestres que viajan en ovnis; puede que un día suceda. Pero si nos basamos en las probabilidades, habría que reservar esta explicación como último argumento. Siguiendo con este principio de máxima simplicidad, antes de creer en esto, necesitamos algo más que una débil y rutinaria evidencia. Si oímos los cascos de un animal golpeando contra el pavimento de una calle de Londres, podría tratarse de una cebra o incluso de un unicornio, pero, antes de aceptar otra explicación que no sea la de que se trata de un caballo, tendríamos que pedir cuando menos alguna evidencia. Algunos objetan que si quienes se arrogan poderes sobrenaturales los tuvieran realmente, ganarían a la lotería todas las semanas. Yo prefiero señalar que también podrían ganar un premio Nobel al descubrir las fuerzas fundamentales que hasta ahora no ha podido determinar la ciencia. Si fuera tal como dicen, ¿por qué malgastan sus dotes haciendo programas de entretenimiento en televisión? En cualquier caso, tenemos que ser abiertos de mente, pero no tanto como para perder la cabeza. No pido que se dejen de emitir ese tipo de programas, sólo pido que se anime a la audiencia a que sea crítica. Un programa concurso entretenido podría consistir en invitar a los que dicen leer el pensamiento o poseer poderes psicocinéticos y proponerles pruebas que sólo pudieran resolver quienes realmente tuvieran poderes, y no los ilusionistas. Sería un programa-concurso entretenido. Un programa concurso de televisión entretenido podría consistir en invitar a los que dicen poseer poderes y proponerles pruebas que sólo pudieran resolver quienes realmente tuvieran poderes, y no los ilusionistas ¿Cómo se explica la moda de lo paranormal en los programas populares? Quizá tenga que ver con el final del milenio (en este caso, sería desmoralizante porque aún falta un año y medio). Menos preocupante sería que la causa de este auge se debiera a un intento de aprovecharse del éxito de Expediente X. Esta serie es ficción y, por tanto, respetable como puro entretenimiento. Un buen argumento para la defensa, puede pensar usted. Pero las comedias, las series de policías y otras similares merecen una crítica si semana tras semana bombardean nuestros hogares con el mismo prejuicio o la misma visión sesgada. Cada semana, Expediente X plantea un misterio Evolución humana desde los prehomínidos hasta el hombre digital. el escéptico (Verano1999) 15 y ofrece dos explicaciones rivales: la racional y la paranormal. Y, semana tras semana, pierde la explicación racional. Pero si sólo es ficción, entretenimiento, ¿por qué resulta indignante? Imagínese una serie sobre crímenes en la que cada semana hay un sospechoso negro y otro blanco, y todas las semanas -¡oh, casualidad!- el culpable es el negro. Sería imperdonable, por supuesto. Y creo que usted no podría defender esta serie diciendo: ¡Pero si sólo es un programa de ficción!. No volvamos a una edad oscura de superstición e irracionalidad, un mundo en el que cada vez que perdamos las llaves sospechemos de fantasmas, demonios o abducciones extraterrestres. El hambre de misterio Bueno, cambiemos a temas más alegres. Aunque parezca mentira, la popularidad de lo paranormal debería ser motivo de optimismo. El hambre de misterio, el entusiasmo por lo desconocido, es algo saludable y que hay que favorecer. Es el mismo hambre que dirige la mejor ciencia y es el hambre que mejor puede saciar la ciencia auténtica. Quizá sea esta misma hambre la que explica el éxito de audiencia de los paranormalistas. Creo que, por ejemplo, los astrólogos están jugando con -abusando de y manipulando- nuestra capacidad de maravillarnos. Quiero decir que, cuando ellos se apropian de las constelaciones, utilizan un lenguaje subpoético como la Luna se está moviendo en la quinta morada de Acuario. La auténtica astronomía es la legítima propietaria de las estrellas y del misterio que encierran. La astrología se entromete e incluso pervierte y destroza el misterio. las distancias son mucho mayores. Pero ¿cuánto tendríamos que andar hasta encontrar la estrella más cercana, Proxima Centauri? Coge otro balón de fútbol para representar a la estrella y colócalo a 4.200 millas de distancia. Y, para la siguiente galaxia, Andrómeda, ¡no vale la pena ni pensarlo! ¿Quién podría volver a la astrología después de haber probado la auténtica ciencia, la astronomía, los caminos estrellados de Yeats, su lejana y majestuosa multitud? Ese delicioso poema también nos anima a recordar la sabiduría de los viejos tiempos. Y quisiera acabar con un pequeño ejemplo sorprendente que procede de mi propia especialidad, la evolución. Usted tiene un trillón de copias de un documento en forma de texto que está escrito mediante un código digital muy preciso. Cada copia tiene tanta información como un libro de gran tamaño. Por supuesto, hablo del ADN de sus células. Los libros de texto definen el ADN como el proyecto de un cuerpo. Quizá sea más exacto decir que es como una receta -o libro de instrucciones- para fabricar su cuerpo, porque es imborrable. Pero hoy quisiera presentarlo como algo diferente, e incluso más intrigante. El ADN es una descripción codificada de mundos anteriores en los que vivieron sus antepasados. El ADN es la sabiduría de la antigüedad, de una antigüedad muy remota. Archivos vivientes El documento humano más antiguo tiene unos pocos miles de años y se representó en forma de pinturas. Parece que el alfabeto se inventó hace unos 35 siglos en Oriente Medio y ha evolucionado transformándose y dando lugar a variedades diferentes. El alfabeto del ADN surgió hace, al menos, unos 35 millones de siglos. Desde entonces, no ha cambiado ni una letra. Y no sólo el alfabeto, sino también el diccionario de 64 palabras básicas y sus significados es el mismo en una bacteria que en nosotros; incluso en el antepasado común del que todos hemos heredado este diccionario exacto y preciso vivió hace unos 35 millones de siglos. Lo que sí ha cambiado han sido los largos programas que la selección natural ha ido escribiendo utilizando nuestras 64 palabras básicas. Los mensajes que han llegado hasta nosotros son los que han podido sobrevivir durante millones -y, en algunos casos, cientos de millones- de generaciones. Por cada mensaje que ha llegado hasta nosotros, ha habido montones de fallos que se han ido cayendo como las esquirlas de un escultor en el suelo de su estudio. Esto es lo que significa la selección natural de Darwin. Somos los descendientes de una selecta elite de antepasados victoriosos. Nuestro ADN ha demostrado ser útil, por eso está aquí. El tiempo geológico ha esculpido y grabado nuestro ADN para poder sobrevivir hasta nuestros días. Somos seres afortunados porque vamos a morir. La mayoría de la gente nunca morirá porque no va a nacer Para mostrar la verdadera capacidad de asombrar que posee la astronomía, tomaré prestado el ejemplo de un libro titulado Earthsearch, de John Cassidy, que compré en Estados Unidos para enseñárselo a mi hija Juliet. Busca un amplio espacio abierto y coloca un balón de fútbol para representar al sol. Aléjate en línea recta diez pasos del balón. Clava un alfiler en el suelo: la cabeza del alfiler representa al planeta Mercurio. Camina ocho pasos más y coloca un grano de pimienta: es Venus. Siete pasos más y otro grano de pimienta: la Tierra. Una pulgada más y otro alfiler: su cabeza representa la Luna, recuerda que es el lugar más lejano al que ha llegado el hombre. Catorce pasos hasta el pequeño Marte; después, 95 pasos hasta el gigante Júpiter -una pelota de ping-pong-; 112 pasos más lejos y está Saturno, una canica. No vamos a dedicar más tiempo al resto de los planetas, salvo para decir que ahora 16 (Verano 1999) el escéptico Hoy, existen unos 30 millones de espe- rirá porque no va a nacer. La cantidad de cies diferentes. Es lo mismo que decir que gente que potencialmente podría estar hay 30 millones de maneras diferentes de ahora ocupando mi lugar, pero que nunca construir un ser vivo; 30 millones de modos llegó a ver la luz del día, es mucho mayor de conseguir que el ADN se perpetúe en el que el número de granos de arena del Sáfuturo. Algunos en el mar, otros en la tie- hara, más que los átomos del Universo. Enrra. Algunos en grandes árboles, otros bajo tre todos los no nacidos, seguro que hay tierra. Unos son vegetales que usan pane- poetas más grandes que Donne, científicos les solares -los llamamos hojas- para cap- mejores que Newton y mejores músicos que tar la energía. Algunos comen plantas. Beethoven. Sabemos esto porque el conjunOtros comen herbívoros. Algunos son gran- to de todas las posibles personas permitidas por nuestro des carnívoros que ADN es infinitamencomen pequeños te mayor que el de carnívoros. Algunos todos los seres huviven en fuentes termanos vivos. En memales. Se dice que dio de esa asombrohay una especie de sa probabilidad, esgusanos pequeños tamos usted y yo, que sólo vive en el seres privilegiados interior de los posapor poder estar aquí, vasos de cerveza aleprivilegiados por temanes. Todos estos ner ojos para ver y modos de vida divercerebro para poder sos no son más que preguntarnos por diferentes tácticas qué. para transmitir el Tenemos necesiADN; se diferencian dad de maravillarsólo en los detalles. nos, pero ¿acaso no El ADN del camepuede saciarla la llo estuvo una vez en ciencia, la verdadera el mar, pero, hace ciencia? unos 300 millones Se dice a menudo de años, salió a tieRepresentación de la molécula de ADN. que la gente necesita rra firme. Ha pasado algo más que el la mayoría de su reciente historia en los desiertos, programan- mundo material. Hay un vacío que hay que do cuerpos para resistir el polvo y retener el llenar. La gente necesita encontrar un senagua. Como los riscos de arena modelados tido, una finalidad a su vida. Pues bien, no por el viento del desierto con maravillosas sería un mal propósito encontrar qué es lo formas, el ADN del camello se ha esculpido que ya hay aquí, en nuestro mundo matepara la supervivencia en antiguos desiertos rial, antes de concluir que necesitamos algo más ¿Qué más quiere? Basta con que estupara dar los camellos actuales. En cualquier estadio de su aprendizaje a die qué es y usted verá que es más edifilo largo del tiempo, el ADN de una especie cante que cualquier cosa que pueda imagise ha afilado y tallado, esculpido y cribado nar. No hace falta que sea un científico -no por selección en una sucesión de ambien- tiene por qué manejar un mechero Buntes diferentes. Si pudiéramos leer el ADN sen- para poder comprender lo suficiente de un atún y el de una estrella de mar, en de la ciencia como para colmar la necesiambos figuraría la palabra mar. En el ADN dad que usted siente y llenar ese vacío. Hay de topos y gusanos, pondría: bajo tierra. que liberar a la ciencia de su laboratorio y Por supuesto que, en el ADN, podríamos llevarla a la cultura. leer muchas más cosas. En el ADN del tiburón y en el del leopardo pondría cazar y también mensajes diferentes sobre la tierra Richard Dawkins es profesor de la cátedra y sobre el mar. Charles Simonyi de Comprensión Publica de la Aún no podemos leer esos mensajes y Ciencia en la Universidad de Oxford. Este artíquizá no podamos leerlos nunca, porque su culo es el texto de la conferencia en homenaje a lenguaje es indirecto y se corresponde más Richard Dimbleby emitida por la BBC el 12 de al mensaje acabado de una receta que al noviembre de 1996. Su libro -aún no traducido mensaje provisional y modificable de un al castellano- Unweaving the rainbow. Science, proyecto. Pero también es cierto que el ADN delusion and the appetite for wonder, publicado es una descripción codificada de los mun- por Houghton-Mifflin en Estados Unidos y por dos en los que nuestros antepasados sobre- Penguin en el Reino Unido, profundiza en alguvivieron. Somos archivos vivientes del Plio- nos de los temas de esta conferencia. ceno africano, incluso de los mares devónicos, depósitos andantes de sabiduría desde Este artículo fue publicado por el Comité para la los primeros tiempos. Podríamos dedicar Investigación Científica de los Supuestos Hetoda una vida a leer estos mensajes y no chos Paranormales (CSICOP) en The Skeptical dejar nunca de maravillarnos. Inquirer, y se reproduce con autorización Somos seres afortunados porque vamos a morir. La mayoría de la gente nunca mo- Versión española de José Luis Cebollada. el escéptico (Verano 1999) 17