Cuando se ha eliminado lo imposible, lo que quede, por improbable que parezca, ha de ser verdad.
(Sherlock Holmes)
El marco histórico
El siglo XVII, en España, es llamado Siglo de Oro por ser una época de esplendor artístico con pintores del genio de Velázquez y escritores de la talla de Quevedo y Góngora. Sin embargo, en otros campos, como el científico o el político es, a la vez, tiempo de decadencia. Desde 1621 a 1665 reina Felipe III de Aragón, IV de España1. Pero él no gobierna. El poder es ejercido por los Validos, que bajo su reinado fueron el Conde-Duque de Olivares y Luis de Haro.
Europa se ve inmersa en las guerras de religión, como la compleja Guerra de los 30 años, que enzarzó a católicos y protestantes.
Los aportes de oro llegados de las Américas no ayudaban a levantar una maltrecha economía: se empleaban en pagar la enorme deuda que España tenía con los banqueros genoveses. Durante el reinado de Felipe IV su gobierno se declaró en bancarrota cuatro veces. En lo social, frente a la importancia de la aristocracia en el Renacimiento, vuelve a alzarse una mayor presencia del pueblo, como se refleja en las obras de Lope de Vega. Mientras que fuera de España pueden florecer figuras como Harvey, Von Leeuwenhoek o Newton, aquí el pensamiento científico no estaba bien visto. Prácticamente termina en España la investigación científica y la filosofía racional, y su lugar lo ocupa la teología. Nuestro país se cierra a todo contacto cultural con Europa.
Como es sabido, la influencia de la Iglesia era inmensa. La Inquisición vigila cualquier actividad intelectual que olvide o evite lo trascendente. Religión y superstición iban de la mano. La hechicería y los falsos milagros eran epidemia. Como ejemplo diremos que en 1640 (el año del suceso de Calanda) Pedro de Arruebo fue condenado en Zaragoza acusado de haber endemoniado a ¡1600 personas!. Así, en épocas en las que en el resto de Europa se ridiculizaba la hechicería y se castigaba a los hechiceros por impostores, la Inquisición española siguió aferrada a la convicción de la existencia real de la magia hasta principios del siglo XIX. Aunque también hay que decir que España se libró de los horrores de la caza de brujas que asolaron Francia y Alemania.
La medicina, salvo alguna excepción (como el turolense Gerónimo Soriano) continuaba anclada en el tradicionalismo de la religión, las ideas de Galeno y la teoría de los cuatro humores. Las técnicas curativas más frecuentes seguían siendo la purga, la lavativa y la sangría. Los descubrimientos del exterior no alcanzan la medicina nacional, decadente e inmovilista: se veían con recelo todavía a principios del siglo XVIII2.
En Aragón la decadencia económica se acentúa de forma notable. Un factor importante fue la expulsión de los moriscos en 1610, que supuso la perdida de 64.000 personas, un 16 por ciento de la población del reino y que junto a otros factores supuso que la agricultura fuera deficitaria. A consecuencia de las guerras en que participaba España, el agravamiento económico obligó a que cada concejo aportara una cantidad, el servicio ordinario, que ante la falta de efectivo se solía pagar en especie. Se produjo una enorme caída de ingresos a partir de 1635 causada por los problemas en la frontera del Pirineo. A consecuencia de las hostilidades entre Francia y España se prohibió el comerciar con Francia3. Todo ello hizo que la pobreza aumentara de manera considerable.
En este contexto se produce el suceso llamado El Milagro de Calanda.
La historia oficial
La villa de Calanda, está situada en la actual provincia de Teruel, junto al río Guadalopillo, un afluente del río Guadalope, el cual lo es, a su vez, del Ebro. Entonces tendría unos 2.000 habitantes y vivía de la agricultura.
El protagonista de esta historia es Miguel Juan Pellicero Blasco, hijo de Miguel Pellicero Maya y María Blasco. Segundo de ocho hermanos (de los únicamente vivieron él y una hermana), nació en Calanda, fue bautizado en marzo de 16174, y confirmado el 2 de junio de 1618.
En el año 1636, con 19 años, marchó desde Calanda hasta Castellón de la Plana a trabajar con Jaime Blasco, un tío suyo. Desgraciadamente, tuvo allí un accidente pues, mientras transportaba trigo en un carro de dos ruedas (un chirrión), cae de la mula en que iba y le pasa una rueda sobre la pierna derecha, que se la rompe, fracturándole la tibia por debajo de la rodilla. Consta su ingreso en el Hospital de Valencia por el Llibre Rebedor de Pobres del mismo: Dilluns 3 de agost 1637. En el número marginal 243 puede leerse: Miguel Juan Pellisero de 18 anys, natural de Calanda de Aragó, fill de Miguel Juan Pellisero y de María Blasco, cónyuges, llaurador. Porta unos pedasos pardos. 1637. Pedro Torrosella. Pero al poco tiempo se le traslada al Hospital de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza5. Una vez allí, primeramente lo instalan en la cuadra, sala, de Calenturas, porque la tenía, para después ir a la de Cirugía.
El Licenciado Juan de Estanga, Catedrático de Cirugía en la Universidad de Zaragoza, Familiar del Santo Oficio de la Inquisición en Aragón y Cirujano del Hospital General de Nuestra Señora de Gracia intenta su cura: le aplicaron muchos y diferentes remedios que no aprovecharon por estar la pierna muy flemorizada y dañada, por lo que, tras deliberación con Diego Millaruelo y Miguel Beltrán, decidió amputarla para salvar la vida a Miguel Juan Pellicero. Con la pierna amputada, Miguel Juan se dedica a la mendicidad, siendo una figura popular en la puerta del templo del Pilar6, por su devoción a la Virgen del Pilar, durante más de dos años. Dormía en el Mesón de las Tablas, si disponía de los cuatro dineros necesarios, en el patio del Hospital, o en algún banco. Pellicer se untaba (a pesar de las protestas de Juan de Estanga) con aceite de las lamparillas del templo. Numerosas personas vieron su pierna cortada. Al cabo de dos años decide regresar a Calanda con sus padres. El viaje de regreso fue lento y penoso. Primero fue en un carro hasta Fuentes de Ebro con unos convecinos. Desde allí, andando, poco a poco y con grande dolor, hasta Quinto de Ebro. En un jumentillo llega hasta Samper de Calanda. Allí no se atreve a ir solo más adelante y manda recado a sus padres para que estos le envíen en que ir. Le envían una jumentilla con un criado de la casa, Bartolomé Ximeno de 16 años, y de esta manera llega a casa de sus padres un día de primeros del mes de marzo de 1640.
También allí gran cantidad de testigos le vieron sin pierna; ya que, por ayudar a sus padres, mendigaba pan por los pueblos de los alrededores, montado en la jumentilla y acompañado por Bartolomé Ximeno, trayendo limosna de pan. Pero también ayudaba en alguna faena del campo, como la que realizó el día en cuestión, 29 de marzo de 1640, Jueves Santo: con una hermana llevó nueve cargas de estiércol al corral de la casa de sus padres. Cuando volvió se encontró que a la villa habían llegado dos compañías de soldados de acaballo. La obligación del pueblo era darles cobijo7 y un soldado fue alojado en casa de los Pellicer. A este soldado lo instalaron precisamente en el cuarto de Miguel Juan.
Esa noche la familia estaba frente al fuego con unos vecinos, los Barrachina, a los cuales y al soldado, Pellicer mostró y dejó que tocaran su pierna cortada. Entre las diez y las once dijo Miguel Juan que por el esfuerzo hecho le dolía la pierna y que quería acostarse, así que se quitó la pierna de palo retirándose al aposento de sus padres. Se le acomodó en una camilla que su madre le preparó con un esportón y un pellejo a los pies de la cama de sus padres. Los vecinos se marcharon y los padres entran a acostarse. Entonces, con gran emoción, la madre de Miguel Juan se da cuenta de que su hijo tiene las dos piernas. El padre lo comprueba, se avisa a los vecinos, que se admiran, y al poco todo el pueblo tiene noticia del portento. El muchacho, que todavía no puede apoyar el pie reaparecido en el suelo, cuenta que soñaba hallarse en el templo del Pilar, cuando fue despertado y que cree que ha sido un milagro de la Virgen, por servirle mejor.
Rápidamente la noticia se propaga, y a los pocos días, el 2 de abril, desde un pueblo vecino, Mazaleón, se desplaza el notario Miguel Andreu que da fé de que efectivamente, Miguel Juan Pellicer tiene sus dos piernas enteras. Es el llamado Protocolo de Mazaleón. El 8 de mayo de 1640 el Ayuntamiento de Zaragoza solicita la calificación de milagro por la restitución de la pierna. El 5 de junio de 1640 se inicia el proceso. Primeramente los procuradores establecen 33 artículos en los que se describe el suceso. Posteriormente, durante el mes de junio de 1640 se citó a 25 testigos (personal del Hospital, religiosos, familiares, vecinos, personas que le vieron en Zaragoza y en Calanda con la pierna cortada, testigos que le vieron después con sus dos piernas, autoridades locales y el propio Miguel Juan Pellicer) a los cuales se les pregunta por alguno de los artículos. El 12 de septiembre la comisión suplica al Arzobispo de Zaragoza que se pronuncie sobre el milagro, y el 27 de abril de 1641 Pedro de Apaolaza, Arzobispo de Zaragoza, como Juez único del proceso, ante tal cúmulo de testimonios, firma la sentencia por la cual se califica como milagro, debido a la intercesión de la Virgen María, el suceso de Calanda8. Y Así:
Declaramos que a Miguel Juan Pellicero, natural de Calanda, de quien este proceso se trata, le ha sido restituida milagrosamente su pierna derecha, que antes la habían cortado, y que la tal restitución no ha sido obrada naturalmente, sino prodigiosa y milagrosamente, debiéndose juzgar y tener por milagro, por haber concurrido en ella todas las circunstancias que el Derecho exige para constituir un verdadero milagro como por el presente la atribuimos a milagro, y por tal Milagro lo aprobamos y autorizamos. Y así lo decimos.
Se acuerda la construcción de un templo, llamado del Pilar, sobre la habitación del milagro. La capilla se terminará en 1651.9
El rey recibe a Miguel Juan Pellicer y besa su pierna reconstruida. El relato del milagro se expande por todo el mundo católico con resonancia internacional. Se traduce el relato del milagro al italiano, latín, alemán, y otros idiomas.
El milagro más estupendo
Al contrario que en otros milagros más recientes, no se trata de la curación de una enfermedad en cuya curación influya alguna acción psicosomática. Aquí nos encontramos con la restitución total y completa de una pierna cortada y enterrada dos años y medio atrás. Ni hoy ni en un futuro lejano la medicina podría igualar tal prodigio.
La naturaleza, en algunas especies de invertebrados y reptiles, puede regenerar partes del cuerpo (y la nueva parte carecerá de las heridas o cicatrices que pudiera tener la perdida). Pero en los seres humanos esa capacidad es prácticamente nula, no estamos genéticamente capacitados para ello y sólo poseemos la capacidad de cicatrizar heridas.
El suceso de Calanda contradice las leyes naturales de tal manera que, o bien sucedió algo que obliga a revisar premisas básicas de la ciencia, o bien no ocurrió tal cual se cuenta. Los obispos anglicanos John Douglas y Archibald Campbell sugirieron que fue un engaño con una pierna falsa, de palo, bien hecha, donde nadie había oído hablar de semejante invención10. Ahora bien, en caso de fraude deliberado hubiera sido más lógico el presentar el milagro completo, con Miguel Juan Pellicer andando bien desde el primer momento. Sin embargo, durante los primeros días, Pellicer no podía afirmar el pie en el suelo, y transcurrieron varios días hasta que pudo andar con normalidad. Acostumbrado a una pata de palo, no le hubiera supuesto ningún inconveniente andar con una pierna falsa de madera. Aunque tampoco podía mover los dedos del pie en un primer momento más tarde si lo hizo, lo que no cuadra con una pierna de madera.
Se podría alegar que era otra persona, pero no hay ningún indicio de ello. La Iglesia habla de milagro, hay quien habla de milagro psíquico, y otros de fraude. La experiencia de la medicina científica indica que las piernas cortadas no reaparecen solas por las buenas al cabo de más de dos años. Y si eso es imposible, entonces... ¿qué sucedió en Calanda? ¿Podemos encontrar indicios de lo que ocurrió?
Pero hay que admitir que para creer en algo misterioso o sobrenatural habría que demostrar que no hay otra explicación alternativa y, como veremos, la hay.
Buscando una explicación
Existe muchísima bibliografía sobre el Milagro de Calanda, pero casi toda ella se limita a repetir la narración básica que relaté antes11 y que parte del Proceso de Calificación sobre el milagro. Bien: estudié e hice un análisis basado en dicho Proceso de Calificación12. Aparecieron algunos puntos interesantes:
Lo primero que me sorprendió al leer el proceso fue que el cirujano Juan de Estanga no cortó la pierna a Miguel Juan Pellicer. No personalmente, sino mediante sus mancebos. Estanga, no declara que estuviera presente. En su declaración dice que resolvió cortar la pierna, y añade que prosiguió la cura, pero no dice nada de la amputación. Quien si estuvo fue Juan Lorenzo García, el mancebo platicante que después enterró la pierna. No dice que Estanga estuviera presente. También estuvo Diego Millaruelo, Maestro en Cirugía, quien ayudó a ejecutar la amputación. Tampoco menciona que Estanga estuviera en ese momento.
Otro punto es que quienes participaron en la amputación no volvieron a tener contacto con el paciente hasta que dos años y medio después se les presenta un mancebo del cual les dicen que ha recuperado su pierna milagrosamente. Al veedor13 Pascual del Cacho le parece que el mozo y el que le ha sido mostrado es la misma persona, pero lo ha tratado poco. A Juan Lorenzo García, quien enterró la pierna, le parece que es el mismo pero que no lo conocía antes de cortarle la pierna y después lo ha comunicado poco. Diego Millaruelo afirma conocerlo bien, pero tampoco tuvo relación con Pellicer, a quien no conocía antes del Hospital, hasta después del suceso.
Los testigos aparecen claramente diferenciados en dos grupos disjuntos: por un lado los testigos de Zaragoza, y por otro los de Calanda. Unos declaran sobre la amputación, y otros sobre la restauración.
Miguel Juan Pellicer enseñaba su muñón a mucha gente (vecinos, soldados, etc..), pero no lo dejo tocar al Licenciado Estanga a pesar de que le explicaba como se lo untaba con aceite de las lamparillas del Pilar, ni a los médicos de Calanda, Jusepe Nebot y Juan de Rivera. Ni el uno ni los otros declaran haber tocado la pierna cortada, mientras que prácticamente todos los que tuvieron contacto con él después de salir del Hospital dicen haber tocado dicho muñón. Incluso cuando iba a pedir limosna la mostraba desnuda.
El hecho sucedió una noche en que se alteró la rutina de la casa de los Pellicer: ese día llegaron a Calanda dos compañías de soldados y alojaron un soldado en casa de los Pellicer. Miguel Juan se quedó sin su habitación, por lo que para él hubo que colocar un camastro en el mismo cuarto de sus padres. Esa noche Miguel Juan Pellicer no pudo dormir solo.
La pierna tenía las mismas señales y heridas que antes de la amputación: un mal grano que había tenido, unos rasguños de romero que había recibido yendo por el monte y una herida causada por un perro. Al poco tiempo del supuesto milagro, un notario certificó que Miguel Juan Pellicer tenía sus dos piernas. Ciertamente era la misma pierna.
Los testigos repiten que al principio los dedos estaban corvados, los nervios encogidos y el color mortecido y algo morado, tampoco podía afirmar el pie en el suelo, pero después de tres días sintió el calor natural y podía menear pie y dedos. Más tarde la pierna creció tres dedos, aumentó su grosor hasta que casi iguala a la otra y pudo andar con normalidad. Ese proceso mediante el cual la pierna primero no se puede apoyar, entra en calor, luego puede firmarla y mover los dedos, en el que además se produce un alargamiento y engrosamiento, corresponde al de un miembro que ha estado inmovilizado algún tiempo y que se rehabilita. Nunca se planteó la menor reticencia a la supuesta intervención mariana ni se buscó otra explicación alternativa, a lo que hay que añadir la creencia previa y profunda de los testigos en un milagro. Sería difícil que nadie expresara dudas, si es que alguien las tuvo. Sin dudar de la sinceridad de los testigos es curioso notar que a todos ellos se les ponen en sus declaraciones las mismas palabras y expresiones, que se repiten de un testigo a otro14. Esto tal vez indique que se les hacían preguntas directas tendentes a confirmar los puntos del proceso.
La reconstrucción
Con todas estas pistas se puede intentar una reconstrucción posible de lo que realmente sucedió:
Comencemos cuando Miguel Juan Pellicer, con 19 años, a finales de 1636 o principios de 1637 abandona la casa de sus padres en contra de la voluntad de estos (según declaración del Vicario de Calanda, Jusepe Herrero) y va a trabajar con un tío suyo a Castellón de la Plana. Transportando trigo, cae de la mula en que iba y le pasa una rueda sobre la pierna derecha, que se la rompe, fracturándole la tibia por debajo de la rodilla. Ingresa en el Hospital de Valencia, pero como la cura no iba bien, al cabo de cinco días, él mismo pide que lo remitan al Hospital de Zaragoza. Así se hace, y según su propia declaración, ya llevaba una pierna de palo para poder andar levantada hacia arriba, la rota.
Como ya se ha dicho, primeramente lo instalan en la cuadra, sala, de Calenturas, porque la tenía, para después ir a la de Cirugía.
Los médicos del Hospital General de Nuestra Señora de Gracia que le atienden le aplicaron muchos y diferentes remedios (no especificados) que, se nos dice, no aprovecharon por lo que declaran que decidieron amputarla.
Miguel Juan dice que los mancebos de Juan de Estanga aparejaron lo necesario, le dieron una bebida y le cortaron la pierna derecha.
Pero aquí llegamos al punto clave del asunto: no le cortaron la pierna. Ciertamente tuvo que haber una amputación a otro mancebo que era la recordada por los empleados del Hospital (ninguno, salvo Estanga, volvió a ver a Pellicer durante más de dos años después), pero el hecho de que la pierna de Pellicer fuera idéntica antes y después nos lleva a la conclusión de que no fue amputada.
Tal vez se pensó en cortar la pierna y Pellicer mejoró, o puede que nunca se decidiera cortarla, sin descartar un posible error médico.
Según Tomás Domingo Pérez, canónigo archivero y bibliotecario del Cabildo Metropolitano de Zaragoza no hay noticias de que se haya exhumado la pierna porque fue enterrada en una fosa común, pero existe una referencia en los Avisos de Madrid, algo así como la prensa de la época, en la que se dice que se buscó la pierna pero no se encontró; yo, sin embargo, no creo que se llegara a buscar15.
Algo más de cuatro meses después, tras salir del Hospital, y para poder vivir mendigando, Pellicer finge tener la pierna cortada , idea que le pudo venir en el Hospital. La picaresca en el siglo XVII es ampliamente conocida a través de la literatura (véase El Buscón). Muchos mendigos exhibían horribles mutilaciones, algunas auténticas y otras expertamente fingidas, realizadas con gran arte y simulaban llagas horribles para estimular la caridad pública16. En este caso era fácil mostrar un falso muñón (que podía ser tocado) para inspirar compasión, la pierna doblada totalmente hacia atrás se disimula fácilmente, y si se añade el detalle de la pata de palo la ilusión es perfecta17. Se puede añadir que tendría más éxito si añadimos su devoción a la Virgen, que probablemente fuera sincera. Hay que recordar, además, que las personas con incapacidades físicas prácticamente no tenían más salida que la mendicidad.
La consecuencia de llevar la pierna de esta manera fue que se atrofió, por la falta de uso, no pudiéndola usar para andar (aunque es posible que pudiera extenderla). Como añadido haría que fuese más difícil descubrir el truco.
Mas Juan de Estanga vio a Pellicer varias veces18 durante el tiempo que este permaneció mendigando en Zaragoza. Pellicer le cuenta que se unge la pierna con aceite de las lamparillas de la Capilla de la Virgen del Pilar. Estanga le riñe y advierte que no lo haga porque es dañoso para su pierna. ¿Pudo olvidar que no habían cortado su pierna derecha a Miguel Juan? Recordemos que él no estuvo presente en la presunta amputación de la pierna. Recordaría que Pellicer había estado ingresado con la pierna enferma; lo vio (además fue muchos días después) con una pata de palo; por lo tanto pensaría que se la habían amputado.
Una posible objeción es que si Pellicer tenía sus dos piernas hubiera evitado al Licenciado. Pero si el encuentro fue imprevisto y el Cirujano dio a entender que le creía con la pierna cortada, Pellicer estaría tranquilo.
Miguel Juan vivirá en Zaragoza, que entonces tenía unos 17.000 habitantes, durante dos años, subsistiendo de las limosnas que recogía en una de las puertas del templo del Pilar, durmiendo en el Mesón de las Tablas, si disponía de los cuatro dineros necesarios, o en algún banco. En cuanto a que alguna vez durmiera en el patio del Hospital (según afirma la sentencia), ninguno de los empleados allí declara haberle visto hacerlo, únicamente lo aseveran Pellicer y Juan de Mazas, mesonero del Mesón de las Tablas, al que se lo habría dicho aquel. Al cabo de esos dos años tiene un encuentro con el Vicario de Calanda, Jusepe Herrero, el cual le aconseja que vuelva a casa de sus padres. Miguel Juan tiene reparos: se fue contra la voluntad de ellos, sano, y ahora está tullido. El Vicario le promete hablar con sus padres y así, Miguel Juan les manda recado para, con su permiso, volver a casa.
Se produce el milagro
Durante su regreso a Calanda mantuvo doblada y oculta su pierna derecha para que le llevaran por limosna. De todas formas no le era útil para caminar.
Una vez en Calanda mantuvo el engaño, pues todos creían que, supuestamente, le habían cortado la pierna. No tendría dificultades en mantenerla oculta ya que de día, mientras iba a mendigar o a realizar alguna faena, la escondía el pantalón, y por la noche él dormía solo. Pero esa noche no ocurrió así. Al instalar al soldado en la habitación de Miguel Juan, no tuvo mas remedio que acomodarse en la de sus padres. Después de mostrar y dejar que tocaran su muñón se quitó la pierna de palo retirándose al aposento de sus padres. No podemos saber si tomó alguna precaución pero, a pesar de ello, cuando los padres entraron un cuarto de hora más tarde, reconocieron a su hijo durmiendo y vieron que tenía las dos piernas. La camilla era corta y salían fuera de la ropa.
Le despiertan y le señalan las dos piernas. Lo primero que hace no es, como se suele contar, hablar del sueño en el que está en la Capilla de la Virgen. Según la declaración de su propio padre, la primera reacción de Miguel Juan Pellicer fue pedirle perdón. Tomó la mano de su padre y le pidió perdón por todo aquello en que lo hubiera ofendido. ¿Por qué habría de hacerlo si no pensó que había sido descubierto? Inmediatamente después, el padre le pregunta si sabe cómo ha sucedido, ya que no piensa en un engaño. Ante esto, no se atrevió a confesar: probó con lo del milagro y coló.
Hay que recordar que en esta época y lugar los milagros eran algo perfectamente aceptable y, hasta cierto punto, naturales. En el pueblo todos creían que tenía su pierna efectivamente cortada. Ahora volvía a tener las dos. Tocaron la pierna que era real y autentica. Ciertamente tenía los dedos corvados, los nervios contraídos y el color mortecido y algo morado y estaba fría, pero la noche anterior no estaba y ahora sí. Ante la devoción del mancebo, era un milagro clarísimo. Desde el primer momento se dio por cierto que era un milagro, creencia que no esperó a una calificación oficial. Incluso los detalles que indicaban una recuperación normal, como el calentamiento de la pierna, sus primeras dificultades para firmarla, su posterior engrosamiento y movilidad (a consecuencia del ejercicio, claro) fueron reinterpretados como pruebas del milagro.
Como dice el tópico, los acontecimientos se precipitaron. Los padres llamaron a los vecinos con quienes habían pasado la velada. A la mañana siguiente todo el pueblo conocía lo ocurrido y, con Pellicer que todavía no podía afirmar el pie en el suelo, se celebró una Misa de Gracias por el portento. Todos tocaron la pierna maravillados por el portento. La fama del suceso se extendió de tal manera que se realizó un proceso para certificar el hecho milagroso. A todo esto, y debido a que ahora debe andar, el ejercicio provoca que la pierna de Miguel Juan se rehabilite y recupere su movilidad. Esto se considera como continuación del milagro y nueva prueba del favor mariano.
En cuanto al Protocolo de Mazaleón, hecho a los pocos días del suceso, el 2 de abril, en el que el notario Miguel Andreu levantó acta del suceso y certificó que, en efecto, Miguel Juan Pellicer tenía la pierna derecha en su sitio (por eso suele decirse que el milagro de Calanda está certificado notarialmente) vemos cómo no demuestra que su ubicación se debiera necesariamente a un milagro.
Por supuesto que durante el proceso de calificación, sin que nadie sospechara nada, siendo el centro de atención y recibiendo agasajos, no tendría ningún motivo para deshacer el engaño. Ese mismo año Pellicer apadrinó algunos bautizos y también fue a la Corte, donde su pierna fue adorada por Felipe IV. Para propagar la devoción a la Virgen y recoger limosnas para el Santuario viajó en 1642 al Reino de Valencia, y más tarde, entre 1646 y 1647, al Reino de Mallorca. Por cierto que en la correspondencia entre el Cabildo y el Virrey de Mallorca se recomienda que Se tome estrecha cuenta a Jusepe Pellicer (sic) y a los que consigo lleva, no obstante el poder que le dio nuestro procurador en Valencia, así en limosna que tiene hecha como en el modo de vida, que mostrándose ingrato con los favores que la Virgen Santísima le hizo, sospechamos da mal ejemplo con su vida, y si para su gobierno fuese necesario persona que le asista, dueño es V.S. de todo, que si tuviese gusto se le dará segura satisfacción.19. Parece ser que Miguel Juan se acostumbró a la vida fácil.
Pocos datos hay sobre esta última parte de su vida. Volvió a la península, parece que siguió mendigando y existen indicios de que pudo morir en Velilla de Ebro en 1647. Si esto es cierto sus restos habrían ido a parar a la fosa común del cementerio de dicho pueblo.
Es de notar que en ningún momento hubo intención de fraude deliberado por ninguna de las partes. Pellicer se encontró en medio del jaleo involuntariamente, y sospecho que él hubiera deseado seguir una vida tranquila. En cuanto a la jerarquía eclesiástica diremos que el Juez del proceso, el Arzobispo Pedro de Apaolaza, había tenido unos cuantos incidentes con el Cabildo del Pilar20 y que varios miembros de la Comisión pertenecían al Cabildo de la Seo, tradicionalmente enfrentado al del Pilar por el asunto de la catedralidad21; así pues, podemos suponer que no estarían dispuestos a admitir sin más un milagro pilarista y que obraron de buena fé. Aunque eso no impide que se aprovechara el milagro para impulsar la fé marianista.
Conclusión
Sé que hoy, pasados mas de trescientos cincuenta años, es imposible probar que los hechos sucedieron así. Es seguro que habrá alguna diferencia. Pero esta reconstrucción, cubre todos los hechos del proceso y no contradice nuestros conocimientos. Así que, aplicando el principio de la navaja de Ockham, prefiero esta explicación al milagro.
Notas:
1.- Para los no versados en Historia diremos que es el de La crónica del Rey pasmado, de Gonzalo Torrente Ballester.
2.- Historia de la Medicina Aragonesa. Santiago Lorén, Ed. Librería General, Zaragoza, 1979.
3.- Aragón en su Historia. Ángel Comellas López (coordinador), CAI, 1980.
4.- Inscrito en el libro de Bautismo que comenzó en 1590, folio 99, vuelta.
5.- Este Hospital era el Hospital Real y General de Nuestra Señora de Gracia, fundado por Alfonso V, el Magnánimo, en 1425; si bien fue el municipio zaragozano el que concibió esta necesidad de beneficencia, que necesitó del favor e impulso real para cumplirse. Aquí realizó Juan Tomás Porcell, allá por 1565, sus célebres autopsias y estadísticas de enfermos afectados por la peste. Poseía diferentes estancias: el Spitalet o recibidor de enfermos, 11 ó 12 Quadras (para hombres 7 de Calenturas y 2 de Cirugía, para mujeres una de Parturientas y otra de Madalenas), además de departamentos para expósitos y dementes de ambos sexos, botica, habitación y oficinas para sus empleados y un cementerio. Durante varios siglos fue una de las instituciones médicas más importantes de Zaragoza. El Hospital dependía de las limosnas y de las rentas antiguas de la Casa que provenían de sus mas primitivas donaciones. Los sueldos eran bajos, la botica estaba mal abastecida y el descontento se manifestaba en ocasiones. En alguna ocasión el Hospital hubo de vender parte de sus propiedades, fenómeno que toma cuerpo a partir de 1620. Fue destruido (y la mayor parte de sus archivos) en los Sitios de Zaragoza, durante la guerra de la Independencia, a principios del siglo XIX. Puede verse mucha más información en El Hospital de Nuestra Señora de Gracia en el siglo XVIII, de Asunción Fernández Doctor. Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 1987.
6.- Que entonces no era la actual Basílica, sino un templo gótico. De ese edificio hoy apenas queda un retablo.
7.- Recuérdese que la historia de El Alcalde de Zalamea de Calderón de la Barca (Obra publicada en 1651) parte de una situación parecida: DON LOPE: Sabéis que estáis obligado / a sufrir, por ser quien sois, / estas cargas? PEDRO CRESPO: Con mi hacienda / pero con mi fama no. / Al Rey, la vida y la hacienda / se ha de dar, pero el honor / es patrimonio del alma, / y el alma, solo es de Dios.
8.- No era la primera vez. En 1621 hubo un Proceso acerca de un hecho presuntamente milagroso que sucedió en Zuera el 17 de marzo de 1621, y estuvo al frente de una comisión asesora de juristas y teólogos. Se dio sentencia positiva el 6 de julio de ese mismo año.
9.- Hoy (abril de 1995) su titularidad es motivo de disputa entre el Ayuntamiento y la Parroquia.
10.- Mencionado en El Milagro de Calanda: Estudio Histórico-Crítico. M.I. Sr. Dr. D. Eduardo Estella Zalaya, Arcipreste del Salvador. Zaragoza, 1951. A pesar del título, acepta el milagro en su integridad.
11.- Si bien algunas reconstruyen detalles de la narración y así, dicen que Pellicer soñó que la Virgen del Pilar le devolvía su pierna. El propio Pellicer cuenta que, en su sueño, únicamente se hallaba en la capilla, untándose el muñón con aceite, y al despertar y enfrentarse con la sorpresa de sus padres, dice que piensa que la Virgen le ha devuelto la pierna por mejor servirle.
12.- Copia literal y auténtica del Proceso y Sentencia de Calificación sobre Milagro obrado por la intercesión de Nuestra Señora del Pilar en la Villa de Calanda del Arzobispado de Zaragoza la noche del 29 de marzo de 1640, restituyendo a Miguel Juan Pellicero, natural de la misma Villa, una pierna, después de dos años y cinco meses que se le había cortado en el Hospital de Zaragoza. Imprenta de Francisco Magallón (1829).
13.- Empleado del Hospital que tenía la obligación de atender con cuidado el servicio general de los enfermos, vigilando la limpieza en las cuadras y oficinas tanto de ropas como de locales. Llevaba el control de la carne asignada a cada enfermo y sirviente de la Casa, así como de la alimentación que se preparaba en la cocina, procurando que fuese sana, suficiente y adaptada a las necesidades y prescripciones de los médicos.
14.- Esto ocurre con la descripción de las andanzas de Pellicer en Calanda o de la pierna tras el - 67 - II Congreso Nacional Sobre Pseudociencias milagro.
15.- ¿Puede volver a crecer una pierna amputada?. Bruno Cardeñosa. Mas Allá, Julio 1994. Para el autor la respuesta, como no, es sí.
16.- La Vida Cotidiana en el Siglo de Oro Español. Nestor Luján. Planeta, Barcelona, 1988.
17.- Este efecto se utiliza todavía hoy en el cine y en el teatro: es clásico en las películas de piratas.
18.- Mientras que Pellicer dice que lo buscaba muy de ordinario, Estanga únicamente dice que lo vio varias veces.
19.- Mencionado en El Milagro de Calanda: Estudio Histórico-Crítico. M.I. Sr. Dr. D. Eduardo Estella Zalaya, Arcipreste del Salvador. Zaragoza, 1951.
20.- Pedro de Apaolaza. Tomás Domingo Pérez y Vicente González Hernández. Diputación General de Aragón, Zaragoza, 1992.